Antena 3 y La Sexta han visto allanado el camino hacia su anunciada y deseada fusión después de que el Consejo de Ministros suavizara en buena medida las duras condiciones impuestas a la operación inicialmente por la Comisión Nacional de la Competencia (CNC). El hecho es una muestra más de la aparentemente exquisita sensibilidad que nuestros más recientes gobiernos han mostrado hacia los intereses de las compañías propietarias de televisiones privadas, que tuvo su primer capítulo en la paradójica autorización de dos licencias adicionales de televisión analógica (Cuatro y La Sexta) cuando el medio avanzaba irremisiblemente hacia la emisión digital, y siguió con la supresión de publicidad en Televisión Española, pretensión histórica y tenazmente perseguida por UTECA, a la que se accedió de manera apresurada sin tener en cuenta ni los intereses ni las opiniones de los agentes del mercado publicitario; la autorización sin mayores trabas de la fusión de Cuatro y Telecinco y, por fin, con esta suavización de condiciones para Antena 3 y La Sexta.
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