La Academia de la Publicidad celebra esta semana, el martes 20 de marzo, su tercera gala de nombramiento de Miembros de Honor. Resulta casi milagroso que, en los tiempos que corren, una iniciativa tan altruista haya conseguido establecerse y, si lo ha hecho, seguramente haya sido por la enorme necesidad que existía de una entidad social cuyo principal fin fuera reconocer la importancia de la profesión publicitaria, en sentido amplio, a través de sus mejores representantes. Lo malo de la Academia es, precisamente, el retraso que lleva sobre su necesidad. Si en otros países los Hall of Fame funcionan desde hace décadas a lo largo de las cuales se han ido premiando, sin solución de continuidad, a los mejores profesionales que pasaban a segunda línea, la Academia española tiene que saldar aún una deuda con varias generaciones anteriores.
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