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# opinión
yEva Levy ’Senior advisor’ de Atos y presidenta de honor de WomenCEO
Mujeres en Durante siglos se ha repetido que en 585 tuvo lugar en la pequeña ciudad
tecnología francesa de Mâcon un Concilio de la Iglesia Católica donde los venerables
clérigos estuvieron discutiendo sobre la existencia del alma de la mujer.
Se aseguraba, además, que la tesis favorable a las mujeres (con alma) solo
obtuvo entre uno y tres votos. Lo cierto es que la historia es un bulo, una mera
leyenda, ya que los Padres Conciliares de Mâcon jamás trataron tal tema.
La anécdota, sin embargo, me parece representativa de los errores, necedades
y manipulaciones de todo tipo que han contribuido a forjar una imagen
degradada de la mujer, imagen a menudo interiorizada por la propia mujer.
“Bueno, pero ahora que todo el mundo -o casi- reconoce que tenemos un alma,
¿qué hacemos con ella?”, me preguntaba yo en la Mercer’s Gender Diversity
Conference, que tuvo lugar el pasado noviembre en Bruselas y en cuyas
ponencias que subrayó la reducida presencia de las mujeres en el mundo de
la tecnología. Mejor dicho, de la investigación tecnológica, puesto que cuando
se trata de hacer el mismo gesto centenares de veces al día para montar algún
componente electrónico, todos alaban la pericia de las manos femeninas.
La innovación tecnológica es el motor del mundo actual. El concepto es
amplísimo, cubre campos tan diversos como la ingeniería, la biología, la
bioquímica etcétera. En algunos de ellos, como la biología, las mujeres han
impuesto su presencia. En otros, por ejemplo la ingeniería, siguen siendo
escasas. ¿Por qué, a pesar de brillantes excepciones y de algunos pequeños
progresos, nos quedamos tan marginadas de lo que será el mundo de
mañana? Evidentemente existen causas objetivas.
La investigación científica es una actividad que monopoliza la mente y es, en
algunos campos, poco propicia a la maternidad. O eso parece. Imponerse en
un determinado estilo de laboratorio o en una empresa de innovación, territorio
mayoritariamente masculino, no es nada fácil. Tampoco se puede decir que
los gobiernos hayan hecho todo lo necesario para promover la presencia
femenina en el mundo científico. Aunque en este caso no se trata tanto de
cuotas como de establecer programas a largo plazo –que no existen- para
reducir la diferencia de género en las actividades tecnológicas desde la escuela.
Porque en las opciones de futuro tiene su importancia el factor psicológico. La
chica que obtuvo excelentes notas en ciencias en el instituto y que, a pesar de
ello se matricula en empresariales o en filosofía, a menudo no lo hace tanto
por vocación legítima como por inseguridad, recelo ante las posibilidades de
integrarse adecuadamente en el mundo de la racionalidad dura, del dominio
sobre la materia que se considera tradicionalmente como el privilegio de la
masculinidad. Estudios realizados en centros escolares así lo demuestran, como
también la percepción sorprendente –por parte de las propias protagonistas- de
que sus buenos resultados en ciencias tienen menor valor que los de los chicos
(y eso sin hablar del miedo a quedar marcadas como las raras).
Hay un personaje de cómic muy famoso en Francia que cuando tiene que
llenar un hueco, lo hace excavando otro. En el ámbito europeo las mujeres
representaban en los años ochenta el 30% de los estudiantes de informática,
que subieron al 35% en los puestos en informática y matemáticas en los
noventa para caer a cerca del 20% en la actualidad. Algo tuvo que ver la crisis
de las puntocom, pero más influyó un desánimo que aleja a las profesionales
de estas áreas de futuro (y con mejores salarios). De hecho, la media
occidental de mujeres en STEM (ciencias, tecnología, matemáticas) es del
20%. Es verdad que en otras opciones, especialmente las ligadas al área de la
salud, la presencia femenina es grande, incluso creciente, pero no dejan de
ser campos que, si bien requieren gran esfuerzo y preparación, están en un
área de confort que limita nuestras posibilidades de influir y abrir puertas de
futuro. Si cada vez que logramos progresar en un campo, el de los derechos
civiles y económicos, por ejemplo, nos marginamos en otro por causa del
contexto y/o por inhibición propia, ¡aviadas estamos! #
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