Page 76 - MUJERES A SEGUIR
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El EmbArAzo y
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T.V. Ha sido pionero en operar la disforia de género, o lo que es lo mismAs quE si
mismo reasignar una identidad mediante la cirugía.
I.M. Hace veinte años nadie hablaba de ello. Se trataba de un grupo de sE dispArArA
personas identificadas con la prostitución, y ni siquiera la clase médica les un rEvólvEr
daba respuesta. Eso me impulsó a dedicarme a ellos. El sentimiento de A lA siEn con
sentirse dentro de un cuerpo equivocado surge pronto y perdura toda la unA bAlA En su
vida. Antes uno recibía un bofetón cuando lo verbalizaba, por eso se contaba cArgAdor»
tan tarde, pero ahora sabemos que está ahí desde el principio. A partir de los
dos, tres años de vida, el individuo comienza a comportarse como un niño o
una niña con independencia de los genitales con que haya nacido. Creo que
en el momento en que se traslada el caso a un médico debería de entenderse
como enfermedad –de hecho yo he hecho mucho hincapié en que la disforia
fuese tratada por la Seguridad Social–. Al principio lo aceptaron, pero luego
determinaron que no querían ser tratados como enfermos, sino que la suya
era una opción de identidad, que había que enmendar por venir errada en
origen. La naturaleza es flexible y cada vez hay más diversidad. Ahora bien, el
mundo se organiza según la dicotomía hombres-mujeres, de ahí la dificultad.
T.V. ¿Recuerda el primer caso?
I.M. Son las consultas más maravillosas que he tenido. El primero fue una
historia que aún llevo encima; se trataba de un paciente mayor, de 56 años,
casado, con dos hijas, que me confesó: “Doctor, me acaban de diagnosticar
un cáncer de hígado y me dan como mucho dos años de vida. Siempre me
he sentido transexual, pero me he casado y he formado una familia porque
en aquella época era lo que tenía que hacer. El tiempo que me queda quiero
ser feliz”. Junto a él encontré una mujer que lo apoyó y unas hijas adorables
que estuvieron a su lado, acompañándole. Todo el dolor físico y mental que
supone una reasignación de género lo viven como una liberación.
T.V. “Yo tenía un orfanato en África…”
I.M. Se llama Casa Emanuel, en Guinea Bissau. Y dentro del recinto hay
también una escuela y un hospital.
T.V. Acude allí a operar, curar y cuidar dos veces al año. Gratis.
I.M. Lo hago a través de la Fundación IM (Iván Mañero); antes y después
de la época de lluvias. Mi bagaje en la cirugía de reasignación de género
me ha permitido reconstruir auténticas atrocidades en los casos de
ablación genital con técnicas que yo mismo he desarrollado. En Barcelona
también se operan gratuitamente; y en Guinea tratamos de hacer un
trabajo de pedagogía en las escuelas, además de atender a huérfanos en
Casa Emanuel. Resulta tremendo ver cómo tres mujeres cogen a una niña
de uno, dos años, o de meses; dos la agarran por las piernas y la tercera la
sujeta por detrás, a la espera de que un hombre tome entre los dedos sus
labios y el clítoris y haga un corte con una cuchilla. Es una de las mayores
agresiones contra la mujer en el mundo, de tres a cinco millones de
mujeres la sufren cada año. Me impactó muchísimo una madre que tuvo
una hija a la que mutiló y murió desangrada; la madre tuvo una segunda
hija que sobrevivió a la ablación pero cuando, ya adulta, queda embarazada
el bebé no puede salir dadas las cicatrices de la vagina y fallece también.
La madre había tenido una tercera hija a la que decidió no mutilar; cuando
esta cumple 14 años, en el lecho de muerte de la propia madre, le dice:
“Madre, vaya putada me has hecho por no haberme mutilado ya que eso
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