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# opinión
y
Laura Furones Directora de Publicaciones, Actividades Culturales y Formación del Teatro Real
Piel Vivimos hacia afuera. Nos relacionamos con decenas de personas al día.
adentro Recibimos miles de estímulos por segundo, y ante cada uno tenemos que
decidir —a menudo, rápidamente— si reaccionar a favor o en contra, si
acogerlo o ahuyentarlo. Muchas de esas decisiones definirán nuestra vida
de una forma que no imaginamos cuando las tomamos. Es tal la intensidad
del mundo exterior que dar un espacio a lo que sucede de nuestra piel hacia
adentro resulta poco menos que una heroicidad. Y, a pesar de ello (o tal vez
por esta causa), en nuestra vertiginosa sociedad actual cada vez va ganando
más terreno la obviedad de que ignorar lo que nos pasa no solo nos hace
incapaces de manejar nuestras interacciones con el mundo, sino también
extraños ante nosotros mismos.
Como en toda asignatura, hay alumnos aventajados. Y en esta, la de
comprendernos para comprender, hay que buscarlos, sobre todo, en las
formas de expresión artística. No en vano, lo que hacen en última instancia
los creadores e intérpretes es precisamente poner a disposición (y examen)
pública lo que viven en privado. Combinando honestidad e impudor, nos
apelan, nos cuestionan y nos conmueven.
Al Teatro Real de Madrid ha llegado un buen ejemplo de ello: Only the
Sound Remains es el resultado de la colaboración de una compositora
finlandesa, Kaija Saariaho, y de un director de escena estadounidense,
Peter Sellars. Apasionados exploradores de los universos interiores, juntos
conciben esta nueva ópera basada en el teatro japonés del noh. Ante tanta
diversidad cultural, parecería imposible llegar a un punto de encuentro.
Pero ellos saben que las personas somos mucho más parecidas de lo que
nos creemos. Nuestros anhelos, nuestras desdichas y nuestras dudas son el
verdadero esperanto de nuestra especie, y ese es el idioma que ellos hablan.
Only the Sound Remains nos propone dos historias separadas pero con un
tema común: la desaparición. En la primera, las plegarias de un sacerdote
atraen al fantasma de un guerrero, que le confiesa el tormento que sufre aún
ante los recuerdos de la batalla en la que falleció. En la segunda, un pescador
encuentra el manto de plumas de un ángel, y solo accede a devolvérselo si
este último baila una danza celestial. Ambos personajes cierran sus respectivas
historias desvaneciéndose y dejando atrás solo un rastro de sonido.
No parece una coincidencia que sea precisamente la cuestión de la
desaparición la elegida para una obra que busca indagar en nuestras vidas
interiores. A primera vista podría parecer un tema relegado a momentos
dramáticos puntuales, pero lo cierto es que es más bien una corriente de
fondo que va zarandeándonos con mayor o menor fuerza a lo largo de nuestra
Foto: Javier del Real / Teatro Real pulsión más íntima, es que tenemos que resignarnos a que desaparecen los
existencia. Si hay algo que encarna, más que ninguna otra cosa, nuestra
nuestros y desaparecemos nosotros. Aceptar con todas sus consecuencias algo
tan terrible es, paradójicamente, lo que nos abre la puerta a vivir plenamente.#
[Only the Sound Remains se representa en el Teatro Real desde
el 23 de octubre hasta el 9 de noviembre].
«Si hay algo que encarna, más que ninguna otra cosa, nuestra pulsión más
íntima, es que tenemos que resignarnos a que desaparecen los nuestros y
desaparecemos nosotros»
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