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# carta de la editora
y
Esther Valdivia CEO de Publicaciones Profesionales
Líderes y lideresas
La verdad es que cuando utilizamos el término ‘lideresa’, sonar, más clásicos y masculinos, a la mujer se nos tacha de emular
sonar, no suena igual de bien que si usamos ‘líderes’. Sin duda, los comportamientos de nuestros jefes para tratar de alcanzar
su uso aplicado a la política hace que el masculino resulte el poder. Sin embargo, también nos reconocen protagonistas
incluso atractivo y que con su homólogo femenino suceda todo lo de aplicar factores más ‘humanos’ en nuestras acciones, como
contrario. Y como en tantas cosas de la vida, es solo cuestión del son la escucha, la empatía, la comunicación activa y el fomento
uso del género, porque su significado es exactamente igual. del trabajo en equipo, donde nos decantamos más por inspirar
y fomentar el crecimiento personal que por utilizar métodos
Sobre su concepto y las distintas formas de ejercer el liderazgo se tradicionales de castigo o premio.
han vertido ríos de tinta en una sociedad en la que las acciones de
sus protagonistas tienen una repercusión directa en el día a día y Sí, reconozcámoslo, somos buenas vinculando a las personas
los borrones de sus historias impactan más en nuestro recuerdo con un propósito y, a la vez, dándoles su razón de ser. Aplicamos
que todos los triunfos atesorados. la inteligencia emocional de una forma más natural y solemos
confiar en las actitudes de los equipos y en proteger el talento, lo
Desde el Paleolítico hasta bien entrado el siglo XIX, al líder que, a la larga, debería transformarse en un mayor rendimiento,
–siempre en masculino– se le reconocía por su situación de compromiso y productividad.
superioridad o, mejor dicho, por la habitual aplicación de la ley
del más fuerte. Su valentía, fortaleza y astucia le diferenciaban Así ha quedado demostrado en la respuesta a situaciones extremas,
rápidamente del grupo y le otorgaban el poder absoluto: él ofrecía por ejemplo en la reciente crisis del coronavirus, durante la que
seguridad y los demás, lealtad. en los países dirigidos por mujeres –ya son más de veinte en el
mundo– las decisiones tomadas bajo su batuta se han evidenciado
Y digo ‘él’ porque esa forma de ejercer el liderazgo basada en la mucho más acertadas que las de sus homólogos. ¿Casualidad?
fuerza era de uso habitual entre los hombres y en ella no tenían
cabida mujeres, niños o ancianos. A esa circunstancia deberíamos De la misma forma, está demostrado que las empresas pilotadas
añadir otro principio de supervivencia: casi siempre es más por mujeres son más rentables y responsables socialmente.
sencillo seguir al rebaño que lanzarse en solitario a descubrir ¿También casualidad?
nuevos pastos ignotos. Siempre el principio de fuerza y siempre el
hombre, en masculino. Esas diferencias tan analizadas de los distintos tipos de liderazgo se
deben más a la forma de ejercer el poder que propiamente al sexo.
Tuvimos que llegar a los albores del siglo XX para que el principio Sería demoledor si consiguiésemos dejar de pensar en el género
básico de ese liderazgo basado en la fuerza fuese sustituido por y aceptásemos nuestros perfiles diferentes –hombres y mujeres,
el de la obtención de privilegios. Y es ahí cuando tímidamente líderes y lideresas– para crear las bases de un crecimiento social
comenzó a hablarse de nosotras, las mujeres. Con nuestra más acertado.
incorporación al mundo laboral y a la participación activa en la
sociedad, básicamente a través del voto, comenzó a filtrarse, poco Como ya avanzaba en el siglo XIV la visionaria Christine de Pizan,
a poco, esas formas más femeninas de concebir el poder. una de las primeras feministas de finales de la Edad Media, “el
mejor liderazgo atiende a la perfección de la conducta y de las
Porque cuando hablamos de liderazgo, es realmente del ejercicio virtudes, no a razones de género”.
del poder de lo que estamos hablando. Hoy todavía, en el
mundo de los negocios, donde prima un liderazgo con rasgos Trabajemos juntos, siempre juntos.
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