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# social































                  Begoña Santiago, junto a su
                   hijo y su hermana Patricia,
                   en distintos momentos del
                           tratamiento.




















                                                                  ese mismo viernes para ofrecerme un trabajo que, de primeras,
                                                                  parecía muy interesante. Pensé en autodescartarme sin dar
                                                                  explicaciones —¿quién iba a contratar a alguien con cáncer?—
                                                                  pero no lo hice. Solo dije muy educadamente que el viernes me
                                                                  resultaba imposible. Era el día que me daban la quimio todas las
                                                                  semanas y me quedaba con el encefalograma plano por la cantidad
                                                                  de antihistamínicos que te meten en el cuerpo. Quien me iba a
                                                                  entrevistar pensó en descartarme creyendo que el trabajo no me
                                                                  interesaba mucho, pero tampoco lo hizo.

                                                                  Tuvimos una entrevista telefónica el lunes siguiente, así que la
                                                                  primera impresión fue solo por voz. Para entonces yo ya estaba
                                                                  totalmente calva. La conversación resultó mejor de lo que
                                                                  esperaba y ya sentía la emoción en el cuerpo, pero sabía que al
                                                                  final de aquella charla tendría que confesar. Él me dijo que quería
                                                                  que pasase a la siguiente ronda de entrevistas y entonces tuve que
                                                                  contarle de mi enfermedad, que todos los viernes desaparecería
                                                                  porque me daban quimio y que a final de año me iban a hacer
                                                                  una mastectomía bilateral. Fueron diez segundos de silencio
                                                                  eternos y me dijo: “Pues no te voy a dar la enhorabuena como
                                                                  si estuvieses embarazada, pero te voy a decir que me importa lo


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