La exploración espacial nos permite avanzar en el conocimiento de lo que nos rodea y mejorar nuestra vida en la Tierra, pero también genera una enorme cantidad de desechos. En concreto, los humanos hemos vertido en el espacio 160 millones de elementos, como restos de cohetes o satélites. La contaminación espacial se ha convertido en una amenaza para los satélites y otras infraestructuras espaciales cruciales para la vida en la Tierra que nos ayudan en ámbitos como las telecomunicaciones, la navegación, la gestión de catástrofes, la protección del medio ambiente, la agricultura o los servicios financieros.
Este es el contexto de un proyecto creado por Serviceplan Innovation, Space Trash Signs, junto con el estudio de diseño Moby Digg, el artista visual Frank Gräfe, el diseñador de sonido Jürgen Branz y los artistas de CGI Non Zero.
El objetivo de esta campaña pasa por sensibilizar a la opinión pública sobre la contaminación espacial en la antesala de la reunión de la Comisión de las Naciones Unidas sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos (COPUOS), que se tendrá lugar en junio de 2024. La iniciativa ha sido lanzada con el apoyo de empresas aeroespaciales y agencias espaciales, científicos y universidades, así como activistas, museos y medios de comunicación de todo el mundo.
La esencia de este trabajo pasa por proponer nuevas constelaciones astronómicas, configuradas a partir de la propia basura espacial. Cada uno de estas composiciones representa un impacto diferente de la contaminación espacial. Por ejemplo, la bautizada como La brújula rota trata de concienciar sobre la pérdida de servicios de navegación como el GPS, que afectaría a 6.500 millones de personas e imposibilitaría la aviación moderna. El gran 404, llamado así por el error que nos indica que una página no se ha encontrado al navegar por la red, alude a la limitación de internet, que afectaría a 43 millones de personas que dependen de Internet por satélite y podría aislar a comunidades enteras. O La cosecha perdida, que representa la pérdida de datos medioambientales que sólo pueden recogerse por satélite, lo que afectaría a 509,6 millones de kilómetros cuadrados de tierra y puede causar hambrunas y desastres medioambientales.
Estas constelaciones ficticias han sido creadas en colaboración con Privateer, empresa de vigilancia espacial cofundada por Steve Wozniak, que recopila cada día más de 800 millones de datos sobre objetos en órbita terrestre.
