Sólo cuando conseguimos detenernos por un momento podemos constatar lo mucho que hemos cambiado en tan poco tiempo, e incluso de lo mucho que se puede llegar a cambiar viendo la que se nos viene encima. Estamos modificando nuestros hábitos sociales, nuestra forma de vestir, de votar o de pensar, de movernos, pero, sobre todo y por encima de todo, de comunicarnos. Cambian los medios y también el uso que hacemos de ellos.
Inmersos en nuestra rutina diaria, a veces carecemos de la óptica necesaria para enfocar y encuadrar la realidad. Aunque es cierto, no hace falta detenerse mucho para comprobar que estamos en pleno ojo del huracán. Los medios de comunicación especialmente. Prensa, radio y televisión han reducido sus beneficios notablemente, la mayoría de los grupos editoriales han anunciado expedientes de regulación de empleo y las televisiones privadas han cerrado en abril sus perores datos trimestrales.
No sé qué parte de esto es fruto de la crisis y qué parte es consecuencia de nuestra evolución como sociedad o como individuos, de que estamos cambiando, de que consumimos y administramos nuestro ocio de forma diferente, de que lo de ayer ya no vale y que el tiempo pasa tan de prisa, que sencillamente el futuro es hoy. La crisis sólo es un acelerador del proceso de muerte y resurrección de los mass media.
Como es lógico, y también de agradecer, la sociedad nunca ha cesado en esa constante y a veces lenta evolución. Sin embargo lo que estamos viviendo en este 2009 es probablemente la mayor revolución en los medios de comunicación de masas ocurrida hasta ahora, para bien o para mal,. Yo soy de la opinión de que no se puede detener el tiempo. Porque la crisis, la tan manida crisis, quizá en unos años la podamos ver como un detonante de progreso. Más nos vale.
El futuro está entrando en casa y en la oficina sin preguntar. Los que se dedican a vaticinar auguran una era dominada por las nuevas formas de comunicación emanadas de internet, cuyas posibilidades parecen infinitas. Hablan de la desaparición de los periódicos en papel y esto lo dice hasta el propio Juan Luis Cebrián.
Basta con ver lo que está sucediendo en Estados Unidos, donde las versiones online de los periódicos están sustituyendo al papel en cabeceras que son, o eran, auténticas instituciones. Mientras tanto, en España, la práctica totalidad de las empresas editoras han anunciado expedientes de regulación de empleo. Quizá sea el primer paso para llegar a la definitiva (de momento) versión on line. Siguiendo con Cebrián, siempre habrá periodistas, a lo que yo añado: lectores, anunciantes y, desde luego, agencias de publicidad para echar un poquito de salero a todo esto.
De momento, los que mejor capean el temporal son las televisiones privadas. No en vano son empresas sólidas y con altos índices de rentabilidad, al menos hasta ahora. Para ellas también llegan nuevos vientos. Para empezar están a punto de conseguir eliminar a un comensal de su tarta publicitaria. Zapatero anunció una “reducción drástica” de la publicidad en TVE. Ahora parece que su vicepresidenta va más allá y propone una eliminación “total” de los espacios publicitarios. No ganamos para sustos.