Una expresión que los recientes torneos de Roland Garros y Wimbledon nos han permitido oír mucho en los últimos meses es la de “a contrapié”. Y nos sirve para definir cómo le ha ido a comunicación comercial española en el pasado Festival de Cannes. Frente a países emergentes que no pasaron siquiera por la crisis, como Brasil o China, o a las grandes economías occidentales que ya se han olvidado de ella y hasta aparentan estar tan boyantes como en 2007, la producción de nuestras agencias y anunciantes es la cosecha surgida de una de las peores situaciones económicas de los últimos cuarenta años. Una situación de drástico retroceso en presupuestos, mezclada con una fase de reajuste por no decir revolución en el papel de los medios publicitarios y, por qué no, de una difícil situación de las agencias españolas, cada vez más incapaces de atraer y retener talento.
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