La publicidad debe ser muy consciente, y más en los tiempos tan políticamente correctos en que vivimos, de los terrenos que pisa y las compañías con que se la ve en público. Ni siquiera la publicidad exterior, el único medio estrictamente publicitario, se libra de las situaciones grotescas, inoportunas, divertidas, absurdas o directamente ofensivas en que pueden incurrir los anuncios cuando aparecen junto a determinados contenidos o asociados a ciertas situaciones.
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