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El Sotanillo

Carlos Sanz de Andino recuerda en este artículo el “chalet de creatividad de Contrapunto” y reflexiona sobre las oportunidades de los jóvenes en una crisis que siempre prolonga la anterior

Se llamaba sotanillo porque estaba en el sótano del chalet de creatividad de Contrapunto, cuando entré en los noventa. Era donde empezabas, y a partir de ahí solo quedaba subir escaleras hacia plantas superiores o salir por la puerta. En el ático estaban Juan Mariano y Jose Mari, en unos despachos súper chulos, y en medio te cruzabas con gente tan inspiradora como Chusa Díaz, Maribel Leyva o Ana Hidalgo. Subir plantas nos motivaba mucho a los habitantes del subsuelo. Estaba a punto de estallar una gran crisis que iba a fulminar la fantasía ochentera, pero aún resonaban recientes los ladridos de Pippin, se llevaban cuentas como la Expo, y las cajas rebosaban de leones calentitos (los premios se hacinaban en cajas en el almacén - lo juro-, junto a los u-matics, nada de estanterías elegantes). La agencia rezumaba creatividad y energía positiva, aunque ya se adivinaba que los noventa venían complicados.

En el sotanillo, en aquella época, estábamos mi dupla -Pablo Torreblanca-, y yo; Chuco y Gerardo Silva; Juan Pablo y Bernard, y muy pronto se uniría Pingüi, que estaba en cuentas, pero que estaba genéticamente predestinado a pasarse al lado oscuro. Al poco de llegar dejamos los chalets y nos fuimos a Jerez 4, que estaba tan cerca que hicimos la mudanza andando. El sotanillo se trasladó a una gran sala sin luz, en el centro de un laberinto de despachos. Allí se unió Enrique Arribas, que había pedido una excedencia en Cajamadrid para apostar por su vocación (acabó regresando por las circunstancias, y la publicidad perdió un excelente creativo, aunque la banca lo ganó). Pingüi llamaba a aquella sala‘ la casilla de salida’. El sotanillo éramos los creativos, pero en la agencia había una brillante generación de trainees y juniors en todos los departamentos: Maríajo Ramiro, Carlos Díez y Toni García Serrano, en cuentas; Ramón Corominas y Mamen Puyot en producción… Y por CP te cruzabas con Alfonso Marian, Pacheco, Ezequiel o Álvaro Cabrera, comandados por un jovenzuelo Alzugaray, que después llegaría a ser mi jefe y amigo. Ahora miro hacia atrás y pienso qué suerte tuve de trabajar con todos ellos. Aunque ya lo pensaba cada minuto de entonces.

Trabajábamos mucho, cobrábamos poco, dormíamos menos. En aquellos años nos reíamos juntos, nos cabreábamos juntos, nos quejábamos de nuestro sueldo juntos (a Tomás Corominas, que entonces era mi presidente y hoy mi amigo). Fueron años duros, pero divertidos; por el camino se cimentaron amistades para toda la vida y, poco a poco, abandonamos el sotanillo para acercarnos a los despachos con luz. Aunque ni eso nos tranquilizaba. Aún recuerdo el día en el que Pablo me dijo, muy preocupado: “Tío, mira alrededor. No veo gente mayor en esta profesión, ¿qué será de nosotros en el futuro?”. Hace poco, en el 25 aniversario de mi llegada a la publicidad, le mandé unos vinos y le recordé aquella preocupación en una carta en la que le decía:“ Míranos, Pablito, a pesar de todo por aquí seguimos, y no tan mal”.

El sotanillo no se quedó vacío. Después de nosotros lo pobló gente tan fantástica como Juan Silva, Carlos Jorge, Félix del Valle, Joseba y Galindo, Nacho Padilla, Juan García Escudero, José Carnero, Jesús Lada, Jon Lavin y Quique Camina, Gema Arias, los Rafas, Marcos y Siro, Christian y Manu, Peru, Ana Delgado, Clara Hernández, Pablo Castellano, Guille Santaisabel, Lolo Ortega, Gonzalo Urriza, Gorka Fernández, Paco Conde… y tantos que me llevaría toda la página enumerarlos. Y, en cuentas, la nueva remesa de pipiolos incluía talentazos como Marta Gutiérrez o Alberto Martínez, hoy socio mío. Todos ellos también trabajaron mucho, cobraron poco, durmieron menos… Y también, gracias a su esfuerzo y su valía, avanzaron casillas hacia la luz. Con todos ellos también fue un privilegio compartir aquellos pasillos y aquellos días.

“Ojalá pudiera dar noticias tranquilizadoras, pero me temo que los tiempos vienen duros y que tocará sufrir, a todos, sobre todo a los que empezáis. Pero las crisis también pueden ser oportunidades”.

Futuro

Pero si hoy recuerdo todo esto no es porque me haya asaltado un ataque repentino de nostalgia pensando en el pasado. Al revés, lo he escrito pensando en el futuro. Pero no en el mío, sino en el de todos los que hoy ocupan los sotanillos de todas las agencias de España. Jóvenes que les ha tocado vivir una crisis que prolonga la crisis anterior, y que se enmarca en una transformación incesante de un sector convulso. Sé que la situación puede llevar al desánimo. Nosotros, a pesar de las crisis que nos tocó vivir, teníamos delante una hoja de ruta más o menos clara; hoy, los mapas se redibujan cada día. Ojalá pudiera dar noticias tranquilizadoras, pero me temo que los tiempos vienen duros y que tocará sufrir, a todos, sobre todo a los que empezáis.

Pero las crisis también pueden traer oportunidades. Y creo firmemente que si persistís, y sois capaces de adaptaros a los requiebros constantes de esta loca profesión, entonces vuestro talento, vuestro esfuerzo y vuestra cabezonería -hace falta mucha, os lo aseguro- os llevarán a lugares luminosos. Si creéis en vosotros, a pesar de todo, esta sigue siendo una bonita profesión en la que creer.

Este artículo de Carlos Sanz de Andino, presidente creativo de Darwin Social Noise, se publicó en el Nº 1637 de 'Anuncios'

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