Stuart Kauffman es un biólogo, psicólogo y filósofo estadounidense que con su teoría de los sistemas complejos ha trastocado todo el pensamiento existente respecto a la ciencia y específicamente respecto a la selección natural y al reduccionismo como explicación del nacimiento y desarrollo de la vida. (1)
La teoría de los sistemas complejos que defiende Kauffman se basa en lo siguiente: un sistema complejo (la vida, la economía, la cultura, la sociedad) puede llegar a autoorganizarse dando lugar a un nivel superior de organización con propiedades emergentes y nuevas que no se daban en el sistema previo. Ahora bien, para que actúe esa inteligencia o autoorganización el sistema debe estar en desequilibrio, en el límite entre el orden y el caos. Kauffman ha diseñado modelos matemáticos para demostrar y aplicar su teoría, lo que no significa que esos modelos anticipen las nuevas etapas o nuevas autoorganizaciones de los sistemas complejos.
Esta teoría quita importancia a la selección natural como motor de la evolución e introduce una especie de inteligencia en la materia organizada. Este enfoque de Kauffman para explicar los sistemas complejos -ya hemos dado algunos ejemplos de sistema complejo- es un enfoque que mirahacia adelante, frente al reduccionismo, cuya dirección explicativa siempre apunta hacia atrás (recurre a niveles inferiores para explicar lo superior: la conciencia se explica por procesos químicos; la química recurre a la física; del átomo pasamos al Bosón de Higgs, etcétera, etcétera). De este enfoque me llaman la atención varias ideas sobre las que quisiera hacer hincapié:
La primera de ellas es que en toda organización, de mayor o menor complejidad, hay una inteligencia que de alguna forma dirige el sistema: se llame vida, sociedad, empresa, familia, marca… De siempre hemos acudido -porque así nos lo han transmitido los libros y los profesores- a la selección natural y al reduccionismo para explicar los cambios, la evolución y el futuro. Kauffman rompe este paradigma y nos invita a adentrarnos en la inteligencia autoorganizativa, que no se basa en la repetición, el pasado o el reduccionismo. Nuestra cultura, la formación recibida, el carácter y la forma de pensar se han ocupado siempre más del orden que del caos. Hay que considerar el caos no como algo excepcional y puntual sino como un paso más en el devenir y en el desarrollo evolutivo.
Que para que el sistema acceda a un nivel superior, debe situarse entre el orden y el caos. Tal como defiende Kauffman en este punto de intersección entre el orden y el caos es "donde los sistemas adaptativos pueden aprovechar mejor el equilibrio entre explotación y exploración". Los sistemas requieren en un momento determinado del caos; y si no lo hay, se debe provocar. En este punto, enlazo el ejercicio de la creatividad como punto de encuentro entre el orden y el caos y como provocación (2) a cualquier sistema.
- Las actitudes que más conectan con la provocación serían el inconformismo y la curiosidad. Por el contrario, la repetición y la falta de flexibilidad negarían el acceso a este nivel superior.
- Lo conocido, lo observable, lo susceptible de ser explicado, lo profano, la ley y la razón deben convivir y mezclarse con el misterio, los desconocido, lo sagrado y la sinrazón. Sin ambas esferas no es posible que actúe esa inteligencia organizativa y superadora. Y porque además son componentes de una misma realidad (lo extraño, loincreíble se da en el ámbito familiar )
- Resalto la positividad de la teoría: esta inteligencia organizativa introduce un elemento esperanzador y positivo… siempre se autoorganiza superando fases anteriores.
El proceso avanza más rápidamente si "la inteligencia de la materia", la capacidad de autoorganización de los sistemas cuentan con la complicidad de la inteligencia de las personas o, para generalizarlo, con la inteligencia social. Tengo dudas de que la identidad intelectual de nuestra sociedad, objetivada en la universidad, en los medios de comunicación, en los llamados intelectuales de referencia, en los escritos y libros, en los discursos y en las reflexiones, esté en disposición de conectarse con esa otra inteligencia de los sistemas, para provocarles y hacerlos evolucionar.
DEFICIENCIAS
La identidad intelectual de nuestra sociedad se caracteriza por la pedantería y la exaltación, justamente como mecanismo para tapar sus tremendas deficiencias. Los mitómanos, los bufones intelectuales y los que han perdido el pudor venden más que la palabra pensada, el discurso bien construido y la reflexión serena.
La universidad se ha dejado atrapar por el titular, el power point y el colorido de los apuntes. La universidad es un reflejo de la tendencia al headline, tendencia bien instaurada en nuestra sociedad: superficialidad, número de créditos, listado de titulaciones…
Los políticos acuden a la repetición como forma de encubrir la mediocridad. Nuestros políticos, en general, son mediocres, manejan cuatro ideas simples y las declinan en una interminable variedad de mítines, discursos y programas de televisión.
Los tertulianos, estos malos imitadores del oráculo de Delfos, tratan de imponer las ideas de a quienes representan. Hablan y no escuchan. Son los mediadores/ interpretadores de la realidad, como si les hubiésemos elegido para que hablen por nosotros. La inteligencia no necesita de mediadores.
La literatura, los libros, lo que los españoles leen, es una repetición de los programas de reality show, de faranduleros y personajes sin escrúpulos ni vergüenza. ¡Qué pena que los Vaquerizo, Belén Esteban o Rosa Benito tengan más admiradores en la Feria del Libro que escritores, pensadores y poetas consagrados!
La Wikipedia se ha convertido en el sancta sanctorum de las consultas científicas.
Con este panorama dudo muy mucho que contribuyamos mínimamente a provocar al sistema (llámese marca, institución, familia , sociedad, economía). Y difícilmente provocaremos ese caos necesario para superar todo aquello que nos molesta por viejo, ineficaz, insolidario, mediocre y desvergonzado.
Mauro González es socio de Punto de Fuga
(1). Kauffman, Stuart. Investigaciones. Tusquets Editores. 2003
(2). Provocación: del latín pro (hacia adelante) y vocare (llamar): llamar para hacer salir.