En 1993, el Senado creó una Comisión de Publicidad con el fin de estudiar ese fenómeno. Me cupo el honor de ser convocado a comparecer como experto. Entre otras cosas, expliqué a sus señorías que la publicidad oficial no tenía buena fama entre los profesionales, que corrían rumores de corrupción y que no era normal que agencias de tres al cuarto ganaran durante décadas el mismo importante concurso. Algunas señorías me saltaron al cuello y vinieron a decir que en la privada había tanta o más corrupción. Me defendí recordando que si estaba allí era porque ellos me habían llamado para conocer lo que se decía y que me podía haber quedado en mi casa. Un amable senador me pidió disculpas viendo la cara de susto que yo debía tener.
¿Qué voy a decir del tema de la corrupción hoy que no se repita? La publicidad oficial siguió tal cual después de esa comisión. Hace poco se han cambiado los mecanismos de los concursos y parece que, según la AM, a peor. Agencias de publicidad ha aparecido implicadas en algunos casos de corrupción como generadoras de facturaciones infladas y cauce de comisiones ocultas. Nada edificante, aunque en la mayor parte de las ocasiones no fueron corruptoras, sino corrompidas. Y, si pensamos en lo que nos rodea, uno diría que los casos no han sido muchos para lo que se le presumía al sector. La última salpicadura ha rozado a Autocontrol, el exitoso organismo de autorregulación español, envidiado en el mundo, pero que tuvo la mala idea de elegir como presidente (2006 a 2010) a Juan Astorqui, uno de los principales escuderos de Blesa en Cajamadrid.
Afortunadamente, su papel era institucional y no remunerado y José Domingo Gómez Castallo logró mantener el control en todo momento. Ese sí habría sido un duro golpe.
David Torrejón es director editorial de Publicaciones Profesionales