Las calculadoras se han puesto en marcha y están escupiendo datos sorprendentes. Solamente en Madrid, dicen, perderemos más de 140 millones de euros por la temprana eliminación de la llamada Roja. Menos consumo, menos publicidad, menos todo. Naturalmente, son cálculos sensacionalistas que no se ajustan a la verdad. Que alguien no se gaste el dinero en patatas fritas para ver un partido en su casa o en una caña en el bar mientras comparte la retransmisión, no quiere decir que ese dinero desaparezca del flujo monetario. Se gastará en buena parte en otros consumos.
Pero más me interesa el tema de la publicidad asociada al evento. ¿Hasta qué punto se perderá toda esa inversión prevista? ¿Pasará como con el consumo privado y una parte se irá a otras inversiones o directamente se dará por desinvertido? Si volvemos a la primera hipótesis, las marcas tendrán que seguir luchando por ese dinero que el ciudadano ha dejado de gastar en actos futboleros, pero que estará dispuesto a utilizar de otra forma, ya sea en las rebajas o en sus vacaciones. Por otro lado, si esas marcas invertían alrededor del evento sería porque tenían expectativas de retorno. Si quieren mantenerlas, tendrán que darle una vuelta a su estrategia, como suele decirse en lo nuestro. Así que creo que no hay que ser derrotistas en extremo: al final, se habrán vendido menos televisores, pero seguramente y aunque nunca podremos saber a ciencia cierta cuánto, se habrá salvado una parte de las ventas de helados o de cenas en chiringuitos de playa. Es más, al disminuir la saturación de mensajes causada por el Mundial, la inversión que se esté haciendo ahora será más rentable de lo que habría sido con España avanzando por el torneo. Esto lo estarán manejando con pericia las marcas de respuesta directa, pero me temo que otras no en la misma medida. Palo, sí, pero no tanto.