No sé si es casualidad, pero en un plazo de un año tres amigos publicitarios, dos hombres y una mujer, han dado un giro a su carrera y se han convertido en consejeros de sendos empresarios (también dos hombres y una mujer) del tipo hechos a sí mismos. Curiosamente, en los tres casos han sido procesos también aparentemente fruto de la casualidad. Simplemente sus caminos se cruzaron con los de un empresario y éste se dio cuenta de que era la persona que necesitaba. La prueba es que ninguno ocupa un puesto que existiera antes, sino uno ex profeso al lado del dueño o dueña. Aunque están implicados en el negocio, sus principales labores son las de asesoramiento en nuevas formas de hacer crecer los negocios y en decidir áreas de expansión. Estos grandes empresarios reciben a lo largo del año una gran cantidad de propuestas de negocio que hay que evaluar.
Puede ser casualidad, pero no es disparatado. Al contrario: el publicitario maduro ha tenido una experiencia impagable en numerosos sectores, productos, lanzamientos de marcas, diferentes modelos de negocio y distribución, etcétera. Y, sobre todo, ha visto de cerca, pero al tiempo desde fuera, éxitos y fracasos. Todo empresario pagaría por tener alguien así: con experiencia y capaz de decirle que se equivoca cuando se equivoca, y un publicitario de largo recorrido puede cumplir a la perfección ese papel. No es por nada pero, si nos atenemos al cine de género, los mafiosos siempre tuvieron cerca alguien así. Mi favorito es el personaje de Gabriel Byrne en Muerte entre las flores, de los Coen, quien por ser fiel llega arriesgarse a que su propio capo le pegue dos tiros. La ventaja para mis amigos es que en su caso eso está lejos de suceder.
David Torrejón, director editorial de Publicaciones Profesionales