Los de letras, tras pensarlo un poco, pongamos dos horas, diríamos que sí. Si al 100% del negocio publicitario español le quitamos el 30% que mueve Cataluña, nos quedaríamos con un negocio del 70% a repartir por el resto.
Pero la aritmética es engañosa. Ya sabemos que la macroeconomía no es una ciencia exacta (a las crisis me remito) y cosas tan tontas como la economía de escalas nos llevarían a que la suma del 70% más el 30% supusiera para los anunciantes un coste conjunto del 120%, en lugar del 100%.
Seguramente, de todas las consecuencias de una ruptura de Cataluña y España, esa sea la que menos le importe al personal, pero, desde luego, nos debe importar en este sector.
En un negocio tan necesitado de volumen como es la publicidad y que lógicamente ha peleado desde hace tiempo por cosas como mantener la unidad de mercado, esta circunstancia nos suena completamente absurda y alejada de nuestros esquemas.
Pero, igual que los bancos tienen ya sus planes de contingencia ante una posible ruptura del euro, está claro que ahora mismo los departamentos de marketing de muchos grandes anunciantes deberían estar modelizando una nueva situación con casi cuarenta millones de consumidores, por un lado, y siete y pico, por otro, asumiendo las ineficiencias generadas. Y eso por no hablar de la pesadilla administrativa que se abriría ante sus (nuestros) pies. Por ejemplo, el panorama mediático (concesiones de televisión y radio) sería otro diferente, es decir, dos. Y con un colegio profesional en un lado y ausencia del mismo en el otro, más una diferente legislación laboral, tendríamos un patente freno a la movilidad profesional que tan habitual ha sido desde hace décadas en la publicidad. En realidad, ahora mismo nos resulta difícil, por no decir imposible, imaginar hasta dónde llegarían las consecuencias de una ruptura así para nuestra actividad. Por poner ejemplos muy rebuscados, nuestras queridas asociaciones sectoriales pasarían a desdoblarse, al igual que muchos premios y festivales. Igualmente, la Academia de la Publicidad perdería casi la mitad de sus miembros de honor y otro tanto de candidaturas futuras. En resumen, estamos ante una posibilidad real de que un cataclismo sacuda de arriba abajo nuestro sector, pequeño, sí, pero trascendental económicamente hablando.
David Torrejón
Director editorial