Pedro A. García
El otro día me invitaron a recorrer en bici los 64 kilómetros del anillo verde que rodea Madrid. Dije que no, porque también iba Elena Rosell, que se hace el recorrido en dos horas y media. Yo tardo por lo menos tres en recorrer ese pintoresco trayecto periurbano, digno de un reportaje para NationalGeographic. Aparte de la fortaleza física para realizar semejante hazaña, se requieren reflejos felinos para esquivar a perros, patinadores, infantes en triciclo y jubilados gregarios. Elena  no destaca especialmente por sus habilidades ciclistas sino por su pericia pilotando motos. El otro día, en Cheste, su logro de quedar la número 25 frente a 39 hombres quedó empañada por el homenaje emocionante a Marco Simoncelli. En Moto2 todas las máquinas, de algo mas de 130 kilos llevan el mismo motor Honda de 140 caballos, y mira lo que pasa. Más allá de lo deportivo, en muchos ámbitos está reglamentado oficial o implícitamente que hombres y mujeres no compitan en la misma categoría…. si no fuera así, se descubriría el pastel.
La sabiduría popular, tamizada por el test ácido de la vida cotidiana, afirma que si mandasen las mujeres, el mundo funcionaría mejor. Es una teoría plausible, porque en Europa los políticos pertenecen al género masculino mayoritariamente, y a veces parece que no saben hacer la "o" con un canuto. En cambio, Merkel, fémina inefable, es la que más manda, y a Alemania, trincando prestamos al 1,7 % de interés, es a quien dentro del caos general le va mejor. Además parece que Merkel está en varios sitios simultáneamente. En Mentes que despiertan mentes Antonio Campo, de MTV, ya explicó que en investigaciones recientes sobre en qué emplean el tiempo el día anterior las audiencias, se contabilizan 29 horas de actividad. Habría que abrir esa respuesta por género para comprobar la hipótesis de que las mujeres son más multitarea que los hombres.
Tener barba
La mayoría de los recientes contendientes electorales no parecían multitarea, y los dos más importantes han sido del género masculino ¿Eran los mejores candidatos posibles o era necesario tener barba para presentarse? Nos hemos sumado al cambio del PP, pero cambio hubiera sido que su candidato hubiera sido la persona mejor valorada y con más experiencia aunque fuera mujer.
Rubalcaba,  tan reconocidamente inteligente y astuto, se iba a pelear por nuestros derechos. Hubiera estado bien que hubiera peleado en unas primarias con Carme Chacón. Pero le ha pasado como a mí en el anillo verde con Elena Rosell. Presentar candidata a unas generales sí que hubiera sido un derecho importante por el que pelear.
Estoy intentando que Elena me lleve de paquete en su moto, hasta ahora sin éxito. En un reparto de roles mas convencional, Julia Roberts iba de paquete cinematográfico, mientras que el bueno de Tom Hanks pilotaba la Vespa. Y como en el cartel de la película no llevaban casco, la DGT le ha proporcionado a la Warner unos jugosos GRPs  prime time, si no gratuitos, muy bien comprados a precio de multa. La película era manifiestamente mejorable y estaba en las últimas, pero supongo que la campaña alrededor del cartel habrá sido rentable.
El caso del cartel de Julia y Tom, motoristas sin casco, se suma así a otras exitosas campañas, en las que los medios, al recoger una noticia luctuosa, un marrón by design or by default para una marca, se convierten en cómplices de  una campaña.  Esto es similar al fracaso del lanzamiento de la nueva Coca-Cola, que la gente perspicaz  piensa que fue una campaña para reforzar a la marca original. Esta perspicacia abunda más en España que en otros países, porque  la prensa de investigación nos ha enseñado que siempre hay terceras y cuartas derivadas detrás de cada acontecimiento, por simple que parezca.
Ley de Igualdad
¿Qué derivada habrá detrás del mundo huérfano de mujeres retratado por Spielberg en Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio? Si a la Warner le han puesto una multa por el cartel de Julia, paquete sin casco,  a Sony  deberían ponérsela por no cumplir la ley de igualdad en la película. Pero de momento no se la han puesto, probablemente por la desintegración del Ministerio de Igualdad. En el universo Tintín, todo es alegremente imperfecto, oxidado y ruinoso, lleno de tics masculinos: mira Hernández y Fernández, siempre metiendo la pata y siempre inasequibles al desaliento, con la autoestima por las nubes. Caricatura de una característica cuya ausencia limita el acceso femenino a los puestos directivos de las empresas. Teresa Viejo llama a esa ausencia "síndrome de la impostora" en Cómo ser mujer y trabajar en un mundo de hombres, perspicaz recetario sobre cómo triunfar en el patio de colegio de chicos que son algunas empresas. En el universo  de Tintín, es como si una bomba de neutrones selectiva hubiera arrasado al género femenino de ese escenario desbordante de acción, accidentes, peleas, tiros, borracheras y porrazos. Solo aparecen su flemática portera, con una nariz más larga que un discurso de Fidel Castro, y la marmórea y estridente Castafiore.  Muy poco estimulante, desde cualquier punto de vista. El secreto del unicornio, el motor de la hiperactividad aventurera de Tintín, es la búsqueda febril y subconsciente  de Lara Croft, con quien remplazar al entrañable y alcohólico capitán Haddock.