Page 14 - MUJERES A SEGUIR
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# opinión
y
Elvira Navarro Escritora
Vivir en la La primera vez que olí Valdemingómez fue un mes de septiembre, de
basura madrugada, aún con el calor del verano. Nos acabábamos de mudar a
Congosto, que está en el límite con el Ensanche de Vallecas. Nos despertó un
tufo agrio, denso, putrefacto, tan viscoso como el bochorno de la habitación.
Cuatro o cinco noches después ocurrió lo mismo: un hedor poderoso que
interrumpía el sueño. La hediondez también se cernía sobre esa parte de la
ciudad durante el día, con regularidad, retando el asco.
Valdemingómez es el vertedero de la capital. Está entre Madrid, Rivas y
Perales del Río, y no es urbanizable por su insalubridad. Tiene una planta
incineradora de residuos. Resulta teóricamente inhabitable, aunque en la
práctica se ha convertido en la cara B de Madrid: lo atraviesan kilómetros de
chabolas que, al igual que las montañas de basura y la planta incineradora,
son invisibles desde la M-50. Se trata de la famosa Cañada Real.
La historia de los olores de Valdemingómez está en la prensa, y también
las dudas sobre sus efectos sobre la salud. En febrero de 2017 el diario El
Mundo relataba en la noticia “¿El vertedero de Valdemingómez perjudica
seriamente la salud?” que se iba a llevar al pleno del Ayuntamiento de
Madrid una petición de los vecinos del distrito Villa de Vallecas para
investigar si el número inusualmente elevado de algunos tipos de cáncer
en la zona se debía a las emisiones del vertedero de Valdemingómez. El
asunto quedó en lo indemostrable. Según los datos oficiales, lo que la
incineradora escupe a la atmósfera no rebasa los límites legales establecidos.
Sin embargo, vecinos y ecologistas se apoyan en un estudio del año 2012 del
Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III, donde
se concluyó el incremento del riesgo de muerte por cáncer en localidades
próximas a incineradoras, para lograr poner en marcha un plan de residuos
que prescinda de la incineradora.
Y a lo que voy: en torno a este paraíso de malos olores y seguridad dudosa,
en esta tierra devastada por el vertedero, los polígonos industriales, la
contaminación, la pobreza y las autopistas, Madrid va a seguir creciendo.
Antes de la crisis se planearon construir 105.000 viviendas por estos lares.
Puede pensarse que quizás eso ayudará a esta tierra degradada a adquirir un
poco de dignidad. A rehabilitarse, siempre y cuando las cosas se hagan bien.
Pero ya hay un punto de partida nefasto: Valdemingómez.
Me asombra que no se cuestione por qué los gobernantes condenan
a los ciudadanos (que, por cierto, los han elegido) a vivir en torno a un
basurero infecto. Lo lógico sería quitar de allí la basura antes de construir,
o sencillamente dejar esa tierra tan yerma como ahora, sin más función que
hacer de frontera con los miasmas. Seguir siendo un desierto de yeso donde
sólo crece el esparto y los conejos escarban sus madrigueras.
El Ayuntamiento de Carmena trató de corregir este desquicie destinado
a clases medias y bajas. En concreto, se pretendió reducir el número de
viviendas a 38.708 y declarar no urbanizables dos millones de metros
cuadrados, lo que parece algo razonable teniendo en cuenta todo lo anterior,
aunque insuficiente. Pero ni siquiera se contempla la insuficiencia: el
Foto: Elba Fernández desde el punto de vista del ciudadano, parece de sentido común, incluso
Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha paralizado lo que, al menos
aunque no cupiera ninguna duda sobre la inocuidad sobre la salud de la
incineradora. Pues el mal olor y las montañas de porquería seguirán estando
ahí. #
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