Page 18 - MUJERES A SEGUIR
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# social
>> El compromiso masculino por la igualdad ha sido un camino largo y complejo. Las primeras voces de hombres
contra el sexismo comenzaron a escucharse tímidamente con cada ola feminista, pero no fue hasta los años setenta
cuando en los países nórdicos comenzaron a organizarse en grupos y se iniciaron estudios de género propios. Este
movimiento condujo a que, a finales de los ochenta, en Estados Unidos comenzara a reivindicarse la figura de un
nuevo hombre, perfecto para el marketing pero que en realidad tenía poco de transformador. El feminismo lo
advirtió: no se trata de maquillar la masculinidad, es necesario que el hombre se una a la lucha por la igualdad pero,
para ello, debe renunciar a sus privilegios.
La escritora y activista feminista Bell Hooks plantea en su libro The will to change: men, masculinity and love (La
voluntad de cambiar: hombres, masculinidad y amor) que “aprender a usar una máscara es la primera lección de
masculinidad patriarcal que aprende un niño. Aprende que sus sentimientos centrales no se pueden expresar si
no se ajustan a los comportamientos aceptables que el sexismo define como masculinos”. Con frases lapidarias
como ‘los niños no lloran’, a los menores se les enseña a renunciar a su lado emocional para realizarse en el ideal
patriarcal, recompensándoles cuando lo hacen. Esta castración cultural conlleva, según el terapeuta John Bradshaw,
un malestar inherente: “La sensación de haber hecho algo mal, algo que realmente no sé qué es pero que me
conduce a una sensación de total desesperanza”. Se trata de la trampa que el patriarcado reserva para los hombres.
Cumplir el mandato machista supone alcanzar una serie de privilegios por el mero hecho de ser hombre. Romper
con ello supone una liberación pero conlleva perderlos. Hacerlo no es fácil.
“El machismo es una cultura metida en cada pliegue de nuestra piel. Resituarte negando esos privilegios y, como dice
Miguel Lorente, ser un ‘traidor’ a los tuyos tiene un coste”, explica Octavio Salazar, catedrático y profesor de Derecho
Constitucional en la Universidad de Córdoba, y miembro de la Red de Hombres por la Igualdad. Quienes lo hacen
se colocan además en el punto de mira del neomachismo: comentarios homófobos, insultos sexistas, etcétera. “En
las redes sociales hay una contestación inmediata de sectores de hombres muy organizados que están a la defensiva
y te consideran un traidor. Yo no entro en diálogo con ellos porque no merece la pena. Son muy reaccionarios,
atacan a las feministas y, de paso, a nosotros”, denuncia Salazar, “pero es importante que los hombres nos saquemos
los colores, señalemos al compañero machista y tomemos partido. El silencio cómodo nos convierte en cómplices
del machismo. Hay que perder el miedo y salir del armario feminista… Simplemente poner un tuit cuando haya
un asesinato machista y empezar a ser un aliado”. Eso sí, es conveniente saber quiénes están comprometidos de
verdad. Las redes esconden también a falsos aliados que pueden hacer mucho daño. Ana Bernal-Triviño, periodista y
profesora en la Universitat Oberta de Catalunya experta en comunicación digital, advierte: “Por mi trabajo investigo
el uso de las redes sociales y he analizado a periodistas que se presentaban como aliados pero luego decían que el
#MeToo era una caza de brujas. Muchos se aprovechan del mensaje feminista, pero después ejercen el machismo
desde el lenguaje o, en privado, incluso demandan vídeos pornográficos a compañeras. Lo sabemos porque nos
comunicamos. Las mujeres hemos reforzado la sororidad. Cada vez es más
difícil que nos engañen porque nos avisamos… y nos creemos”. Por eso,
antes de empezar a tuitear, Bernal-Triviño considera que la verdadera
revolución del hombre debería ser privada y de profunda autocrítica.
Octavio Salazar: «El silencio Como en el caso de las mujeres, que “también hemos sido educadas
para el machismo y estamos en ese proceso de deconstrucción”. Un
consejo: dejar de estigmatizar el feminismo y entender que si se sienten
cómodo nos convierte en comprometidos con los derechos humanos, los de la mujer lo son. “Si
reconoces la Constitución española, has de ser consciente de que
cómplices del machismo. Hay tenemos una asignatura pendiente con los derechos de la mujer,
en todos sus frentes. Les pediría que dejen de blanquear el
que perder el miedo y salir machismo”, concluye.
del armario feminista»
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