Page 9 - MUJERES A SEGUIR 6
P. 9
Los colombianos
están inmersos en
un precario proceso
de paz que pretende
acabar con medio
siglo de lucha armada.
Para entender cómo
se vive ese tránsito, Colombia 2018. Las crónicas cuentan que la guerra ha terminado, que los
hablamos con cuatro hasta 15.000 hombres y mujeres que en su día llegaron a integrar las FARC
excombatientes, (insurgentes contra el Estado, combatientes, guerrilleros o como prefieran
llamarse) han dejado las armas. Y sí, es cierto que en noviembre se cumplirán
cuatro mujeres que dos años desde que se firmó el acuerdo de paz entre el Gobierno y este grupo
en su día blandieron armado que combatió durante 52 años. No obstante, también son ciertos
el miedo, las balas, los muertos y hasta los empalamientos a mujeres, una
fusiles desde distintos barbarie que ocurre hoy cuando los paramilitares pasan por los pueblos. No
ejércitos. Todas es ficción, es parte de los relatos que recoge Pilar Rueda, abogada y asesora
los han dejado –de en género para la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Y aquí no hay
literatura; la paz de Colombia es una paz con muertos. Entre ellos, los 77
momento-. Están líderes asesinados en el primer semestre de este 2018, según el Sistema
convencidas de que, de Información sobre Agresiones contra Defensores y Defensoras de los
Derechos Humanos. Un cómputo al que hay que sumar también a los 76
al final, el enemigo es exguerrilleros de las FARC asesinados tras haber dejado las armas y a 20 de
la guerra, maten unos sus familiares. Pocas bromas. Poca paz.
u otros. “En la noche, después del toque de queda,
derribaban puertas a culatazos, sacaban a
los sospechosos de sus camas y se los llevaban a
un viaje sin regreso. Era todavía la búsqueda
y el exterminio de los malhechores, asesinos,
incendiarios y revoltosos del Decreto Número
Cuatro, pero los militares lo negaban a
los propios parientes de sus víctimas, que
desbordaban la oficina de los comandantes
en busca de noticias. “Seguro que fue un
sueño”, insistían los oficiales. “En Macondo no
ha pasado nada, ni está pasando ni pasará
nunca. Este es un pueblo feliz”. Así consumaron
el exterminio de los jefes sindicales”. (‘Cien
años de soledad’, Gabriel García Márquez).
La campesina Claudia Patricia Guachetá, de 36 años, cuenta que ella
entró en las Autodefensas Campesinas a los 2. Ella es de una vereda, un
camino estrecho que se forma por el paso de los animales y las personas
perteneciente a Ortega, un pequeño pueblo cafetero de la región del Cauca,
en el suroccidente del país, un vergel situado entre las regiones andinas y
pacífica. Es tímida (prefiere no mirar a su interlocutora a los ojos) y parca
en palabras: seguramente la guerra se las ha quitado. “Se cuida”, es decir, se
anda con cuidado de por dónde se mueve, con quien habla y a qué hora se
recoge a dormir: la noche en su región está marcada por un extraño toque de
queda en el que los armados campan aún más a sus anchas. Allá donde vive,
las FARC dejaron la región, sí, pero no hay tranquilidad. Desde entonces,
merodean por sus ricos ríos y parques naturales hombres del ELN (otra de
las guerrillas históricas colombianas), las disidencias de las FARC, grupos >>
9