Page 11 - MUJERES A SEGUIR 6
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que utilizaron las empuñaban los hombres, ellas organizaban la logística y
cocinaban. Cuando el pasado gobierno de Uribe desmovilizó (reinsertó) a
los paramilitares, ella, junto con otras 166 personas de su pueblo, se acogió
a ese armisticio. Casi la mitad eran mujeres, muchas, abuelas que jamás
apretaron un gatillo. La Justicia reconoció que aquel grupo de labriegos no
causaron daños materiales ni víctimas y que se organizaron –sin un orden
jerárquico, sin uniformes y sin una estructura militar- con el único objetivo
de defenderse de los ataques de los insurgentes.
«entraron, los
Cogieron y les De todo lo prometido por dejar aquellas escopetas, casi nada. Su gesto, como
pegaron dos el que han hecho ahora las FARC, se recompensaba con las prestaciones
tiros. priMero que históricamente piden las gentes de los campos: medios para una vida
digna. Sí recibió atención psicológica, pero ni el colegio, ni el hospital, ni las
en el Costado carreteras llegaron. Es la ausencia del Estado, la triste historia de décadas
y luego en de sangre en Colombia. “En mi pueblo desde hace tres años no hay ni una
la Cabeza. sombra del Estado, no está el ejército, ni siquiera un funcionario de correos”,
a nosotros denuncia. Mientras, la maldita presencia de los armados persiste y la hace
reflexionar, pesimista, que quizás la paz no sea cosa de los hombres.
nos tenían
aMarrados para —“¿Os volveréis a armar?”
que fuéraMos —“Pues creo que sí. ¿Quién nos va a defender? ¿Cuál es la opción, dejarnos
testigos. lo ViMos matar?”, pregunta. También dice que le gustaría sentarse con los miembros
de las FARC y preguntarles qué querían de ellos.
todo. luego les
Cortaron las “Y la normalidad era precisamente lo más
Cabezas. nos espantoso de aquella guerra infinita: que no
dejaron solo el pasaba nada”. (‘Cien años de soledad’, Gabriel
García Márquez).
tronquito»
Se alzaron en armas porque el Estado nunca estuvo en sus regiones, por la
desesperación y la terrible desigualdad en las que vivían esos millones de
colombianos a los que no les llegó nunca la prosperidad de un país que era
durante los tres meses en los que todas las noches tuvimos que meternos uno de los más ricos del planeta en oro, esmeraldas, petróleo, flora y fauna.
en el monte, con la lluvia, con el frío. Porque podían volver y acabar con Eso arguyen las guerrillas históricas de este país de insurgentes, pobres y
nosotros”. Habla de la masacre del año 2000. Mataron a trece campesinos. millonarios extremos. Lo dicen las personas que tomaron y dejaron las armas
“Dos eran mis tíos. Entraron, los cogieron y les pegaron dos tiros. Primero de las FARC y del M19, por citar dos movimientos que han marcado (con
en el costado y luego en la cabeza. A nosotros nos tenían amarrados para sangre también) la historia del país andino. Lo sostienen ellos, pero también
que fuéramos testigos. Lo vimos todo. Luego les cortaron las cabezas. Nos organizaciones como Cepal (Comisión Económica para América Latina y
dejaron solo el tronquito. Antes me preguntaron si los conocíamos…Yo les Caribe), que sitúa a Colombia como el segundo país más desigual de América
negué”, dice con problemas para contener el llanto. Como remate, aquel Latina. Y lo peor, la situación, tras tantos años de guerra, no ha mejorado.
comando de las FARC quemó sus casas. La ONG Oxfam, que lleva décadas en el país, denuncia por ejemplo que un
millón de explotaciones campesinas tienen, de media, un tamaño inferior a la
“No entendía que hubiera necesitado tantas tierra de la que dispone una vaca. Lo hacía en un informe sobre desigualdad
palabras para describir lo que se sentía en la publicado el pasado junio en el que se explicaba que se mida como se mida,
guerra si con una sola bastaba: miedo”. “la concentración de la tierra es hoy muy superior a la que existía en la
(‘Cien años de soledad’, Gabriel García década de 1960, cuando se comprendió que una distribución más equitativa
Márquez). de la tierra no solo era una cuestión fundamental de justicia, sino también
de eficiencia productiva”.
En 2003, con 21 años, Claudia Guachetá dejó las armas. Unas armas que
,paradójicamente, nunca empuñó. Sí reconoce que aprendió a usarlas, los “Llegamos a las guerrillas para luchar por una educación, por una tierra,
hombres le enseñaron cómo cargarlas y desmontarlas en la plaza del pueblo, por una salud… por dignidad”, explica Marcela González, 50 años y ex
que hacía las veces de cuartel, pero nunca salió a patrullar. Tampoco se comandante de las FARC. Entró en sus filas con 16 años. Era campesina,
“enmontañó”, que es como en Colombia se dice a las personas que marchan a pasaba hambre y los armados que “paseaban” por sus tierras desde hacía dos
la guerra introduciéndose en las descomunales cordilleras andinas que rasgan años le hablaron de una revolución para cambiar las cosas. Habla desde la
el país en tres. En su pueblo, afirma, lo único que hicieron era defenderse de sede en la ciudad de Popayán del partido fundado en agosto de 2017 por
los ataques de la guerrilla cuando esta incursionaba. Las escopetas y pistolas los excombatientes de la guerrilla tras firmar la paz con el Gobierno con el >>
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