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# social
>> Has hablado del papel de los estados a la hora de redefinir un nuevo modelo de convivencia, pero,
en los últimos años, estos se han ido haciendo cada vez más pequeños. ¿Cómo pueden esos sistemas
públicos empequeñecidos afrontar la inversión que supondrían esos cambios?
Efectivamente, ese estado social que pretendía asumir un papel de corrección de los desequilibrios sociales y apoyo
a los sectores más vulnerables a través de unos servicios públicos universales y de calidad ha ido adelgazando por
las políticas neoliberales, sobre todo a partir de la crisis económica de 2008. En España, el concepto de estabilidad
presupuestaria se incorporó incluso a la Constitución, limitando enormemente las posibilidades de las instituciones
públicas para comprometerse con determinados servicios que implican un gran presupuesto. Esto supuso un parón
de determinadas políticas sociales y de igualdad. La Ley de Dependencia es un buen ejemplo. Fue aprobada en
2006, pero se ha visto totalmente cortocircuitada porque ni ha tenido los recursos necesarios, ni las administraciones
han sido capaces de coordinarse. Siempre digo que la igualdad necesita mucho dinero. No basta con hacer una
ley, eso es lo más fácil. Lo complicado es sostener los recursos y los servicios que van a hacerla posible. Entiendo
que no estamos en un buen momento para adoptar este tipo de políticas, pero creo que un gobierno que se diga
comprometido con los derechos y la igualdad debería situar esto en el centro de las acciones que vaya a plantear en
los próximos años. Porque, además, si no, la economía difícilmente se va a sostener. Esa es otra inversión de valores
que habría que hacer. Si las personas no están bien, es complicado que exista un modelo productivo eficaz, igual que
si tú no estás a gusto en tu lugar de trabajo, no vas a rendir igual.
En repetidas ocasiones has dicho que no estás de acuerdo con el concepto de la ‘nueva masculinidad’.
¿Por qué?
Porque me da la sensación de que, como ha pasado con otros conceptos, se puede convertir en una etiqueta vacía de
contenido que pueda significar a la vez una cosa y la contraria. Igual puede pasar con el feminismo. Además, tengo la
sensación de que cuando se habla de la ‘nueva masculinidad’ siempre se apela a lo individual, a los comportamientos
personales. Parece que basta con que los hombres nos portemos bien y seamos corresponsables si somos padres. Y
creo que a veces se pierde la dimensión más política y colectiva de la que estamos hablando. La masculinidad no es
simplemente lo que tiene que ver con cómo somos los hombres, sino que también es una cultura de pensamiento
global que cala en toda la sociedad, también en las mujeres. En realidad, lo
que tendríamos que hacer a largo plazo es desmontar la idea de masculinidad
como algo opuesto a la feminidad, porque tiene unas consecuencias muy
negativas, no solo para nosotros, sino para todos. «el modelo de masculinidad Heredado
de nuestros padres y nuestros
Pero ¿estás de acuerdo con que cada vez son más los hombres que abuelos no sirve para este siglo que
entienden que el feminismo no es una guerra en su contra o que el
machismo es un lastre también para ellos? nos Ha tocado vivir. otra cosa es que
Claro, hay muchos hombres que se han dado cuenta de que tienen que queramos asumirlo»
revisar todo eso que han aprendido desde niños y comprometerse en la lucha
del feminismo. En ese sentido, sí podemos hablar de ‘hombres nuevos’ en la
medida en que están rompiendo con el modelo tradicional. A nivel académico
se hacían hasta ahora muy pocos estudios que abordaran de manera crítica la construcción de la masculinidad y,
afortunadamente, hay cada vez más. Este año se ha empezado a impartir en la Universidad de Elche un curso de
postgrado, el primero que existe en una universidad española, sobre igualdad de género y masculinidades. Es algo
novedoso y positivo.
En paralelo también se da el movimiento contrario, un auge de la masculinidad reaccionaria. ¿Qué
peligro real tienen este tipo de discursos neomachistas?
Son discursos muy populistas, que tienen mucha capacidad de enganche con ciertos sectores de la ciudadanía que
están descontentos, frustrados, llenos de miedos e inseguridades. Muchos hombres andan desorientados, sin saber
dónde colocarse. Un discurso que les diga que hay que defender lo de siempre y mantener el status quo porque antes
estábamos mejor, tiene muchas posibilidades de calar, porque no te obliga a ninguna reflexión. El alternativo, que es
el que yo y otros compañeros estamos lanzando, es mucho más complejo porque te obliga a revisarte a ti mismo y a
negociar la vida con tu pareja y tu entorno de otra manera. Es posible que los hombres que estamos comprometidos
con el feminismo no estemos siendo capaces de generar una corriente crítica de comportamiento y de pensamiento
que sirva para contrarrestar esos discursos reaccionarios. Echo de menos que en espacios como las redes sociales,
donde se leen muchas barbaridades, haya más hombres que den un paso adelante y sean capaces de frenar ese tipo
de comportamientos. La mayoría se quedan en una posición de retaguardia, se sienten más cómodos en el silencio,
y al final eso es también una manera de tolerar el machismo.
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