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ver con los cuidados y que han saltado al espacio público tampoco son los mejores pagados ni los más reconocidos.
Ahí están las enfermeras, las cuidadoras, incluso los maestros y las maestras. Partiendo de esa visión androcéntrica,
la sociedad en general no ha valorado estos espacios. Habría que plantear un cambio completo de paradigma. No se
trata solo de que seamos corresponsables, que también, sino de que la sociedad empiece a considerar este tipo de
trabajos como los más importantes.
Esta crisis también ha evidenciado los problemas que existen en los sistemas sanitario, educativo o de
atención a los mayores.
Este año se ha hablado mucho de héroes. No necesitamos héroes ni heroínas, lo que necesitamos es un sistema
sostenible con un personal que tenga buenas condiciones de trabajo. Cualquiera que conozca a alguien que
haya estado trabajando en primera línea sabe en qué condiciones lo hace. Solucionar eso debería ser un objetivo
fundamental cuando pase la pandemia.
En el libro hablas de la necesidad de establecer un nuevo pacto de convivencia. ¿Sobre qué bases?
Eso lo ha explicado siempre muy bien la teoría feminista. Todo ese avance que se ha producido en materia de derechos
humanos y de reconocimiento de libertades que ha dado lugar, a partir del siglo XIX, a los estados constitucionales y
a las democracias modernas no ha sido, sin embargo, capaz de desmontar eso que desde el feminismo se ha llamado
el contrato sexual; es decir, ese pacto establecido en el ámbito privado, a veces de forma explícita y en muchas
ocasiones de forma implícita, que tiene que ver con el reparto desigual y asimétrico de responsabilidades, trabajos y
tiempos. Hemos articulado toda nuestra vida pública, política y colectiva sobre la base de ese pacto privado, aunque
a veces no fuésemos siquiera conscientes de que estábamos participando de él. Creo que básicamente habría que
desmontar todo lo que tiene que ver con ese contrato. No soo en lo que tiene ver con lo personal, sino también con
lo político, lo colectivo, con una división sexual del trabajo y con determinadas estructuras económicas que se han
basado en esa división. Es un modelo que estaba perfectamente montado para que los hombres nos dedicásemos
a lo productivo y las mujeres a lo reproductivo, en un equilibrio perfecto. Hay que cambiar esas estructuras para
que esos dos espacios, el público y el privado, funcionen como espacios armónicos, interdependientes, en los que
hombres y mujeres participemos de manera paritaria, y donde desde lo público se reconozca el trabajo que se hace
en lo privado. Es un cambio que tiene también que ver con la organización
laboral y de los tiempos. Hemos situado en el centro el tiempo dedicado al
trabajo y todo lo demás lo organizamos alrededor de eso, cuando debería
«Hemos situado en el centro el ser justo al contrario si lo que queremos es llevar unas vidas menos locas y
tiempo dedicado al trabajo y todo más equilibradas. Eso obligaría también a replantearnos cómo organizamos
las administraciones, los servicios públicos y hasta cómo funcionan las
lo demás lo organizamos alrededor ciudades, que están diseñadas para un mundo en el que las mujeres estabais
de eso, cuando debería ser justo disponibles las veinticuatro horas del día para atender las necesidades de lo
al contrario si lo que queremos es privado.
llevar unas vidas menos locas y más Es curioso cómo el teletrabajo, que siempre se había visto como una
equilibradas» herramienta que podría favorecer la conciliación, en esta situación
ha acabo en muchos casos siendo todo lo contrario.
Yo también he tenido la sensación de estar siempre trabajando. Al final
estamos todo el día enganchados porque entramos en una dinámica en la
que todo el mundo da por supuesto que en cualquier momento puedes mirar un correo o estar pendiente de una
gestión. La situación ha sido peor en el caso de las mujeres. Mis compañeras de la universidad me contaban que para
ellas trabajar desde casa estaba suponiendo una auténtica sobrecarga por las responsabilidades familiares. Una de
ellas me decía que necesitaba un espacio para estar ella sola, que es algo que las mujeres tradicionalmente no habéis
tenido. Trabajar desde casa hace difícil separar los espacios y es importante romper esa dinámica también desde el
punto de vista espacial, poder ir a otro sitio, aunque sea a trabajar. Tenemos que tener mucho cuidado con la forma
en que la que utilizamos estas herramientas, porque luego se pueden quedar como definitivas.
Ya hay expertos que alertan del riesgo de que muchas mujeres que han vuelto a casa, porque se han
quedado sin trabajo o han optado por el teletrabajo, ya no salgan de ahí, con lo que esto supone.
Claro, porque se pierde algo importantísimo, que es la interacción. Perder el intercambio de opiniones o simplemente
el poder hablar de cómo te sientes me parece muy peligroso si se piensa que son las mujeres las que mayoritariamente
tenéis que optar por ese modelo, porque de nuevo vais a perder una dimensión de conexión con la realidad que es
fundamental. >>
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