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# social





      >>  ¿Cómo llevasteis los hombres quedar confinados en el hogar, un
        espacio que tradicionalmente no ha sido el vuestro?
        Los hombres siempre nos hemos construido pensando en nuestra proyección
        pública. Nuestra necesidad de estar en ese espacio tiene mucho que ver con
        el trabajo, con la política, con que se vea lo que hacemos y lo que decimos.
        Entiendo que para muchos –al menos así ha sido en mi caso— ese parón,
        sobre todo en los primeros meses, ha activado una especie de  click en
        nuestras cabezas que nos ha hecho plantearnos qué importancia le hemos
        dado a nuestras casas, a nuestras vidas privadas, a lo que pasa de puertas
        adentro. De repente, por una pandemia, no hemos tenido más remedio que
        resituarnos en ese espacio donde hay mucho más tiempo para las relaciones
        personales con la familia, la pareja o los hijos, si los tienes, perdiendo todo lo
        que tiene que ver con esa proyección pública que es lo que siempre nos ha
        dado un estatus de privilegio. Ojalá haya servido para que muchos hombres
        se den cuenta de que eso no es lo más importante. Hay otra serie de esferas
        que tradicionalmente hemos desatendido y que son tanto o más importantes
        que esa esfera pública, y tendremos que hacer un reajuste en nuestras
        prioridades para que haya un equilibrio. Esta crisis también ha puesto en
        evidencia que esa idea del estatus masculino vinculado al papel de proveedor,
        del que lleva el dinero a casa, no tiene sentido. Era un concepto ya en crisis
        desde que las mujeres os fuisteis incorporando progresivamente a la vida
        pública y al trabajo, pero esta situación ha hecho todavía más evidente que
        no tiene sentido que los hombres volquemos todo nuestro desarrollo en ese
        papel de proveedor, porque de repente pasa algo como esto o te quedas en
        el paro, y se te viene el mundo abajo. El modelo tradicional de masculinidad
        está en crisis desde hace tiempo, ahora simplemente lo hemos visto con
        más claridad. Ese modelo heredado de nuestros padres y nuestros abuelos
        no sirve para este siglo que nos ha tocado vivir. Otra cosa es que queramos
        o no asumirlo.

        También  se  ha  hablado  mucho,  sobre  todo  a  medida  que  iban
        pasando los meses, del impacto que a nivel emocional tiene esta
        situación. ¿Está siendo más difícil en el caso de los hombres, que
        por lo general siempre habéis tenido más problemas a la hora de
        gestionar las emociones?
        Porque nos acostumbran desde pequeñitos a que ese mundo no es nuestro.
        Este año ha sido una especie de montaña rusa emocional. Hemos vivido con
        mucho miedo, y seguimos haciéndolo, pero a los hombres nos han educado
        para ser fuertes, llevar las riendas y estar siempre al pie del cañón. Yo en
        esta situación me he visto totalmente perdido. Tengo un hijo de 19 años y
        no tenía respuestas para muchas de las preguntas que me planteaba. Creo
        que esto también podría ayudarnos a entender que tendríamos que gestionar
        mucho mejor el mundo de las emociones y los sentimientos, que debemos aprender a compartir y digerir nuestras
        inseguridades y miedos, porque si no, se forma una bola que cada vez es más grande y que, en muchos casos, se
        proyecta hacia fuera de manera muy negativa. Muchas reacciones iracundas, agresivas y violentas que vemos en
        hombres tienen que ver con una mala gestión de lo que están sintiendo.

        Hablabas de cómo las mujeres se han incorporado al espacio público, pero es evidente que los hombres
        no se han incorporado en la misma medida al privado. Esta crisis ha sacado a la luz la brecha en los
        cuidados. ¿Por qué los cuidados siguen siendo algo tan poco valorado por los hombres y por la sociedad
        en general?
        En primer lugar, se han visto siempre como un trabajo propio de las mujeres, y desde la construcción tradicional de
        la masculinidad, todo lo vinculado con las mujeres es entendido como poco importante. Esas actividades ocupaban
        un lugar secundario y parecía natural que las mujeres, dada vuestra condición de reproductoras, os ocupaseis de
        las llamadas ‘tareas del hogar’, un término que ya parece devaluar esa actividad. No son simplemente ‘tareas’, es un
        trabajo con una enorme carga de responsabilidad, tiempo e inversión emocional. Además, los trabajos que tienen que


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