Un vistazo superficial a los quioscos y al resto de establecimientos que venden prensa en nuestro país, incluso durante los peores años de la reciente crisis económica, pondría ante nuestros ojos un alto número y una notable variedad de títulos de revistas. El colorido y amplio panorama podría ser tomado, por el observador inexperto, como un razonable síntoma de buena salud sectorial y como un mentís rotundo a la tan traída y llevada crisis del papel.
Pero la presencia y relevancia que pese a todo siguen teniendo las revistas en la vida de los españoles (son leídas por 15,4 millones de personas, según los últimos datos de EGM), no permiten obviar, en un examen mínimamente atento, el muy difícil periodo por el que ha travesado el medio desde el año 2008, afectado por la recesión económica y el profundo cambio en los hábitos de consumo de contenidos editoriales ocasionado por la transformación digital, en el marco del cual las revistas han tenido dificultades para encontrar un modelo atractivo de presencia en internet.
Las recientes cifras de inversión en el medio publicadas en nuestro país, relativas al primer semestre, hablan de un incremento general de alrededor del 7%. Las revistas, que a lo largo de los últimos años han visto como su facturación publicitaria se erosionaba continuamente (han perdido casi 400 millones de inversión desde 2008, según Infoadex), parecen haber tocado fondo, aunque ni de lejos se suben con claridad al carro de la recuperación: de acuerdo con InfoAdex, su evolución en el primer semestre fue de una subida del 0,4%, y según I2p, de un descenso del 2,2%.
Sin embargo, esta atonía en las cifras de inversión, dulcificada por la relativa estabilidad en difusión y audiencia, no ha impedido al sector iniciar lo que podríamos denominar una nueva vida. Asumidas la importancia y posibilidades de contacto con los lectores de los soportes digitales (en los que la inversión publicitaria crece, por otra parte), y al calor de la recuperación económica, este año 2015 está siendo escenario de un cierto número de lanzamientos por parte de los grandes grupos, tan prudentes en los últimos tiempos, lo que sin duda es un muy buen síntoma. Esperemos que este signo de vitalidad empresarial encuentre adecuada respuesta en lectores y anunciantes.
Y esperemos también que esas revistas, y los títulos más veteranos, tengan éxito en la búsqueda de la fórmula que les permita atraer y conquistar al proverbial lector hiperconectado y disperso del que todo el mundo habla, así como a un anunciante que en gran parte las ha abandonado. La fuerza de sus marcas; su capacidad para proporcionar al que las lee un momento especial e íntimo, si vale al expresión; su potencial en el ecosistema multiplataforma que se ha desarrollado y, sobre todo, la posibilidad que tienen, en un mundo obsesionado por el contenido, de contar historias de un modo único, pueden ser algunos de los activos que las salvaguarden y las hagan prosperar en esta nueva situación.