La organización de El Sol, con su nuevo director y el director de la AEACP al frente, habían dedicado durante los meses anteriores un esfuerzo enorme a reanimar un festival que el año pasado estuvo cerca de perder sus constantes vitales.
Esa apuesta ha tenido frutos evidentes, pero aún estamos lejos de afirmar que el enfermo está fuera de peligro. El número de piezas inscritas (ingresos) se ha incrementado y parece que el de delegados reales también. Todas las conferencias y charlas presentaban un aspecto más que saludable en cuanto a asistencia, lo que es una gran noticia. Pero queda mucho para recuperar lo que en su día fue el festival, si es que hoy pudiera ser este un objetivo sensato.
Como festival de ámbito latinoamericano, El Sol siempre contará con el hándicap de estar a entre 6.000 y 11.000 km. de distancia de su núcleo principal de clientes, cosa que no le ocurre a la competencia. Por otro lado, cuando la publicidad española era un referente en el que mirarse, digamos que jugaba en la Champions (por explicarlo con fútbol, como en la campaña de Lola para Líbero, una de las más aplaudidas del festival) el atractivo de El Sol como competición era sin duda mayor que ahora. Suponemos que es tarde para cambiar este posicionamiento y que la supervivencia de El Sol como competición nacional -que muchos siguen reclamando- tampoco estaría garantizada. Difícil encrucijada.
Lo que es cierto es que en el festival se aprecia un mayor interés por cambiar y adaptarse, justo el talante que se necesita en estos tiempos. Que por fin no se repitan machaconamente en la gala las piezas ganadoras en varias secciones es un mero detalle que se agradece. Y de mayor calado es la posibilidad de que se plantee un cambio en el esquema de esas secciones. No conocemos las deliberaciones de los jurados pero, para un observador externo, muchos de los premios, e incluso algún gran premio, no se corresponden en absoluto con la definición canónica de la disciplina. Y no se trata de sostener las etiquetas de manera integrista, sino de que se termine de una vez con las categorías coladero donde entran (y ganan) las campañas difíciles de clasificar. Una misma pieza no puede ser a la vez de relaciones públicas, de marketing directo y de marketing promocional, y menos conseguir premios en todo.