El pasado día 22 de marzo fueron oficialmente nombrados seis nuevos miembros de honor de la Academia de la Publicidad durante una concurrida ceremonia celebrada en la Biblioteca de Abc en Madrid. Isabel Yanguas, la primera mujer miembro de honor; Stanley Bendelac, Francisco Fontcuberta, Francisco Izquierdo, Agustín Medina y Manuel Ramiro formaron la segunda entrega de este hall of fame de la publicidad española que, con ellos y  los nombrados el primer año, está adquiriendo ya una relevancia evidente por el prestigio de todos los elegidos.
En este sentido, la Academia va dando pasos firmes para  cumplir con el primero de sus objetivos estatutarios: Identificar, reconocer sus méritos y honrar a aquellas personas que se hayan distinguido profesionalmente en la Publicidad española  y en la actividad de las Relaciones Públicas (en Agencias, Medios, Anunciantes, Instituciones, etcétera) y que con su trabajo hayan contribuido al desarrollo, eficacia y excelencia la actividad profesional de la Comunicación Comercial y, al tiempo, a la mejora de su reputación y su consideración en la sociedad española.
Pero, como señaló el presidente de la institución, Julián Bravo, aún queda camino por recorrer para crear, o en su caso recuperar, dependiendo de la edad, el orgullo de pertenencia a una profesión que ha vivido sin duda mejores momentos en cuanto a autoestima se refiere. El brillo de estos grandes nombres, cada uno de los cuales ha sido capaz de reunir una trayectoria empresarial ética, exitosa, basada en un sólido y memorable trabajo, y una generosa dedicación al colectivo profesional, colaborará a ello de una manera segura, pero lenta. Serían necesarios más actos, actividades y mensajes, y nos consta que la Academia tiene planes para ello. Pero varios de esos planes requieren, además de esfuerzo personal, un mínimo de medios y, hoy por hoy, la Academia no cuenta con todos los deseables. Más socios, profesionales y corporativos, permitirían que esos planes se acelerasen y materializasen plenamente.
La publicidad en España dista mucho de tener el reconocimiento social que merece y que sí disfruta en países de nuestro entorno, como Francia o Gran Bretaña. El análisis de por qué es así podría ser objeto de un estudio o tesis doctoral, y queda muy lejos de las intenciones de este editorial. Pero una cosa está clara sin necesidad de estudios: para que la profesión alcance ese reconocimiento social, es necesario primero que los propios profesionales se reconozcan como pertenecientes a ella y estén orgullosos de sus méritos colectivos. Y esa es una actitud que se construye individualmente en el día a día.  La publicidad y los publicitarios, uno a uno, no sólo han contribuido, como recuerda en este mismo número Juanjo Azcárate, a una España más abierta, moderna y feliz, sino que van a ser imprescindibles para que las empresas de nuestro país tengan éxito en el competitivo y novedoso entorno de comunicación que se abre ante ellas. Nada más, y nada menos.