En estos intensos días que vivimos, uno no puede evitar pensar sobre la increíble cantidad de información que recibimos cada día. Somos exploradores en una selva digital profunda que puede resultar muy hostil, aunque vayamos con antimosquitos, casco y machete en mano.
Por un lado pienso en la marabunta de titulares, cabeceras, columnas, editoriales, comentarios, posts, tuits y requetetuits generados por el candente e inquietante tema político, pero por otro lado y con la clara intención de no meterme en mayores charcos, me referiré al fenómeno en general y a su efecto en comunicación en particular.
No hay en la historia de la humanidad un momento comparable a este tutti frutti que representa la comunicación digital y las redes sociales. Plataformas idóneas para dar pábulo a la diversidad de opiniones y hacer trascender al gran público la gran verdad personal que cada cual tiene reservada para el mundo. Amazing stories.
La vida del ratón colorao buscador de información de biblioteca y hemeroteca parecía que se había mejorado persaecula saeculorum de la mano de San Google, pero no, no se vayan todavía, que aún hay más.
La capacidad de influir que tiene ahora un person con un simple móvil en la mano tiene más peligro que Napoleón delante de un Risk y dados en mano. Ni San Google ni la Wikipedia tienen cañones suficientes para compensarlo. Es el poder del usuario y la democracia digital que le da voz la que ha llegado fuerte y se dispone a quedarse para siempre.
MÁS CERCA Y MÁS LEJOS
El anhelado acceso universal a la información, a las fuentes del saber, se está rozando ya en esta época. Magnífica noticia. Pero cuanto más cerca, más lejos parece. Me explico. A la vez que crece la nueva inagotable biblioteca de Alejandría, también se ha convertido en una búsqueda entre mares, océanos, tsunamis de publicaciones de una verdad que ya nunca será evidente ni única. Quizás nunca lo fue, pero la distancia entre la erudición y las grandes voces a las que escuchar y leer y la plebe, era inmensa. Ahora la tabla rasa de la red es implacable, democráticamente implacable, todos y todo cabe. Curioso cambio de followers.
La multitud de fuentes entonces era interesante, la diversidad de opinión, apasionante. Ahora, la infinidad de fuentes y sujetos comunicadores a la que podemos accede, es una borrachera informativa difícil de afrontar sin resaca. La prensa seria, la de siempre, la creíble, la de los Países, LeMondes, los New York Times, Financial Times, etcétera, no se salva de la quema. Ellos también hacen frente a la necesidad de comunicar de forma ágil y urgente en sus diferentes plataformas y equilibrarlo con la moralidad de que lo que se publica sea contrastado. Difícil encender un cigarrillo yendo en moto, sin casco y a 200 km. por hora. No da tiempo, se enciende pero se apaga al instante.
Hoy, con solo 120 caracteres se hace ver al mundo la postura de la ONU, de la Casa Blanca, de una ONG, del presidente del gobierno o del vecino del quinto sobre un tema, de forma inmediata. La consecuencia es que lo que antes era institucional, veraz o medianamente objetivo, ahora es inmediatamente público, rebatible y opinable por cualquiera. De hecho, hasta muchas veces las instituciones están obligadas a contestar al vecino del quinto y en su propia jerga, a gritos de escalera comunitaria, porque callarse es casi peor.
La capacidad de muchos de influir sobre masas, a veces sin pretenderlo, es brutal y la de los otros muchos que sí lo pretendían, los convierte en auténticos cazadoresmanejadores de oportunidades mediáticas.
Saber jugar con el tempo y el contenido en redes es el primero de EGB de la manipulación, la quintaesencia del poder mediático. Las revoluciones ya no se gestan en la calle, sino en las redes. Ya no hace falta ser periodista para parecerlo. Ni publicitario para vender productos, ni político para convencer. Hay herramientas para parecer todos ellos. A la vez.
FLECOS Y FRENTES
En la parte de comunicación publicitaria, los posicionamientos de las marcas y agencias en este nuevo tablero de Jumanji, dejan muchos flecos y demasiados frentes por cubrir. Claro, atender a la estampida de rinocerontes mientras metes en la jaula a los monos y te aseguras de que el cazador no te pega un tiro entre ceja y ceja es casi imposible.
A Napoleón se le fue la olla intentando batallar a la vez en los frentes de Rusia al este y en el sur de Europa. Un tablero demasiado grande. Hoy, saber qué hacer y decir en todos los frentes que suponen las redes sociales, el contenido propio, mas el generado por usuario y los aún eficaces viejos medios, más los propios, más los medios conseguidos, más el blog de mi tía, más y más y más... es una quimera que además de complicada, puede generar unas necesidades de conocimiento, de personal específico y tiempos de dedicación que son difíciles de digerir en budget anual de comunicación alguno.
Creo que ha llegado la hora de decidirse, de decantar tanta oportunidad y de volver a hacer virtud del caos. Hoy más que nunca, menos será más, o al menos mejor, si sabemos elegir nuestro rol en el tablero digital.
Solo unos pocos lograrán sobrevivir enteritos a estas decisiones, sin ser comidos por los leones blogueros, ni aplastados por las poderosas patas de los inteligentes elefantes influencers o los mordiscos de los monos sabios del content marketing.
Que tengan mucha suerte en su búsqueda de la verdad, que San Google los asista y que encuentren pronto el cierre de la caja de Pandora, o de Jumanji.