La celebración durante el primer fin de semana de abril de los Días CdeC en su nuevo formato y nueva ubicación ha de considerarse un éxito. La asistencia fue muy nutrida (se habían inscrito 1.500 delegados, prácticamente el doble que en la edición anterior) y el ambiente que se generó destilaba un entusiasmo palpable. Al mismo contribuyó sin duda de forma rotunda -como se ha subrayado repetidas veces en los últimos días y lo hacen también varios profesionales que opinan en nuestras páginas-, el hecho de que el acontecimiento tuviera lugar en San Sebastián, una ciudad muy ligada a la memoria sentimental del sector (y especialmente de los creativos ) y añorada desde que el El Sol dejará de celebrarse allí en el año 2012.
El entusiasmo, en cualquier caso, parecía tener, aparte de la dimensión geográfica y social, una vertiente de orgullo profesional, de reencuentro simbólico con unos valores, los de la creatividad, muy vapuleados en los últimos años por la crisis, por las propias agencias -demasiado obsesionadas por otras cuestiones-, y por los anunciantes, poco dispuestos en general a apreciarlos y en consecuencia a pagar la creatividad en lo que vale. Resulta difícil atribuir valor a una mera sensación, pero el caso es que allí estaba, y desde los escenarios del Kursaal ponentes como John Hegarty, Marcello Serpa, Alex Taylor Daniel Solana y Rory Sutherland, entre otros, la acentuaron al insistir en la necesidad de hacer un trabajo de la máxima calidad. Sin duda eso será una excelente manera de recuperar parte del orgullo y valor perdidos por el gremio creativo, pero para eso será preciso, primero, que las agencias no olviden, o vuelvan a recordar, que la creatividad es lo que venden y lo que las hace únicas; y segundo, cómo no, contar con la complicidad de los anunciantes y de sus presupuestos. Un nutrido grupo de profesionales del cliente estuvo también en San Sebastián para participar en una sesión de trabajo con los creativos, Sin duda una iniciativa interesante, que el Club de Creativos lleva poniendo en marcha ya varios años, pero no se puede evitar la sensación de que allí están los ya convencidos, los anunciantes que ya creen en la buena publicidad y en el poder único de la creatividad. El CdeC debería encontrar alguna manera de evangelizar a los otros.
A esta reflexión sobre lo ocurrido en los días del CdeC le sucede otra, y es que el éxito del evento lo coloca, ineludiblemente, en plano de comparación con El Sol. La trayectoria ascendente del certamen y jornadas del Club de Creativos, confirmada en la edición 2016, no hace menos relevante el festival que organiza la AEACP. Son productos distintos, pero qué duda cabe de que los responsables de El Sol han de encontrar la manera de seguir potenciando el atractivo del mismo y de hacer que el sector y sus profesionales, y no solo las empresas, lo sigan viendo como algo suyo.