La edición número veintiuno del Ranking InfoAdex-Anuncios de Anunciantes, que se publica en este número, ofrece, como en las anteriores, datos de los mil primeros anunciantes españoles, en este caso del año 2016. Los datos revelan que este grupo de compañías incrementó su inversión el pasado año en un 4,1% respecto al precedente, cifra que está en línea con la evolución general del mercado –apenas puede ser de otra forma, tratándose de un número tan alto de anunciantes- y representa el tercer año consecutivo de crecimiento para la inversión de los mil primeros anunciantes del mercado español.
Señalar en este punto que los heridas más profundas de la crisis se han restañado es una obviedad, pero quizá no sea ocioso constatar que en esos tres años los porcentajes de incremento son decrecientes; así, el ranking que recogía lo datos de 2014 revelaba un crecimiento del 6,2%; el de 2015, del 5,0%; y el de 2016, del 4,1%, como se ha apuntado. Cabe preguntarse si esta desaceleración en la recuperación -que también se ha producido en la inversión publicitaria total si atendemos a las cifras publicadas anualmente por InfoAdex- puede ponerse en relación con la tendencia que el mercado constata este año según la cual la inversión publicitaria no está creciendo tanto como cabría esperar a tenor de la buena marca de la economía.
Esta divergencia entre la publicidad y la economía se comentó hace algunas semanas en esta misma página y quizá resulte interesante volver sobre ella a la luz del ranking de anunciantes y plantear si será un fenómeno coyuntural o se trata de una tendencia con visos de asentarse. Realizar predicciones sobre los caminos que puede tomar en el futuro inmediato la comunicación publicitaria en particular y empresarial o de marca en general resulta un ejercicio fútil, porque los cambios que vienen afectado desde hace años a la actividad y se suceden a tal velocidad que la posibilidad de ser certero es pequeña.
Pero ello no debe ser obstáculo para preguntarse hasta qué punto la proliferación de canales y plataformas gratuitos que la revolución tecnológica ha puesto a disposición de las marcas no está influyendo en esta evolución, como puede estar haciéndolo el cada vez mayor interés de los anunciantes por generar contenido de calidad para difundir por múltiples vías –incluida la complicidad de los consumidores-, muchas de las cuales no requieren de la compra de espacios. El juego de equilibrios entre los medios pagados, propios y ganados podría estar alterándose.
Otro factor que hay que tener en cuenta es, y valga el uso de esta manoseada expresión, el big data. La cantidad de información disponible sobre comportamiento real de los usuarios y las crecientes posibilidades de análisis que abre la tecnología está empezando a hacer posible una planificación de medios más afinada, que requeriría de menores presupuestos que hasta ahora para conseguir los mismos objetivos; todo ello, lógicamente, sin perjuicio de que las campañas que buscan gran cobertura sigan tendiendo su papel.
Y, por último, hay que apuntar que la relevancia que en la estrategia de las empresas está adquiriendo el cuidado de la experiencia del usuario -no solo, pero sobre todo en los ámbitos digitales- puede estar llevando a las empresas a detraer recursos de los presupuestos de medios parta invertir, precisamente, en la mejora de esa experiencia a través del diseño (un asunto al que también se alude en este número a través de una crónica del reciente encuentro Experience Fighters, celebrado en Madrid).
En suma, fuerzas de mercado cuya vigencia puede confirmarse o no –el panorama es de cambio e incertidumbre- y que en caso de hacerlo influirá en las sucesivas ediciones del ranking de los mil.