La creciente complejidad el panorama de medios; las presiones financieras sobre las compañías, que las impulsan a reducir costes; y, en algunos casos y mercados, la demanda de una mayor transparencia en la relación son algunos de los factores que están influyendo en la proliferación de concursos de medios que se observa en el mercado, tanto a escala nacional como internacional, desde hace varios años y en la que han tomado parte prácticamente todos los grandes anunciantes mundiales.
La conveniencia o no de los concursos como método de selección de agencia y el modo de organizarlos y resolverlos son cuestiones que generan una conversación, cuando no controversia, constante en el sector, básicamente por parte de las agencias, que son la parte débil de la ecuación en este caso (aunque podría argumentarse que los medios son a la postre los más perjudicados). Directivos de agencias de medios españolas hablan en este número, dentro de las páginas especiales dedicadas a este segmento de empresas, de las tensiones que la participación en concursos introduce en sus organizaciones y de la cantidad de recursos que se ponen en marcha para intentar ganarlos, la mayoría de las veces sin remuneración alguna por parte de la empresa convocante en caso de que no se consiga la cuenta. Todo ello introduce un factor de distorsión en el mercado –demasiado dinero y tiempo dedicado a una tarea que en muchos casos queda en lo puramente especulativo- pero los profesionales del sector lo asumen como parte del juego y consideran que los concursos son una manera válida de seleccionar colaborador. Piden, eso sí, mayor concreción en los objetivos y en los criterios de valoración, que estos no sean puramente económicos, convocatoria de un número razonable de concurrentes e, idealmente, una remuneración en caso de no adjudicación.
Parece complicado que las agencias consigan que el statu quo de este tipo de convocatorias cambie mucho, porque la situación es demasiado ventajosa para el anunciante, y no hace falta insistir en los porqués, aunque la disponibilidad de las agencias para poner en juego de forma gratuita sus mejores recursos en aras de una hipotética adjudicación destaca muy poderosamente entre ellos. Pero, en cualquier caso, se diría que no es ocioso que las agencias, a título particular y desde las asociaciones que las representan, sigan hablando de ello e intenten hacer ver que hay una forma mejor de hacer las cosas; mejor, en última instancia, porque propiciaría una más idónea elección por parte del anunciante.
Por el contrario, no se le puede negar a este la facultad de convocar concursos y de hacerlos tan complejos y exigentes como precise, siempre que los objetivos y criterios de elección estén claros. A partir de ahí, también compete a las agencias ser selectivas y participar únicamente en aquellos procesos en los que tengan una posibilidad razonable de tener éxito. La conversación y la controversia no parece que vayan a terminarse, de cualquier forma.