Opinión

La vida en el carril de aceleración; por Carlos Tribiño

"Más rápido. Más rápido. El semáforo se pone rojo. La vida en el carril de aceleración. Te hace perder la mente."

‘Life in the fast lane' (Eagles)

En 1976, la banda de rock los Eagles, publicaba esta canción en el LP Hotel California, pavimentando el camino de inflexión de sus fans, los baby boomers. Sería a partir de esta época que los hippies se convertirían en yuppies, liderando una tendencia de aceleración que no vería fin. Y esta misma generación dio luz a los millenials, quienes aparentemente mamaron el nuevo ritmo frenético desde las propias entrañas de sus madres.

Vivimos en un mundo alimentado por la aceleración tecnológica que nos apresura cada vez más y donde nunca es lo suficientemente a tiempo. Todo es para ayer. Todo debe ser inmediato. Nada puede esperar. Hacemos cola para conseguir el nuevo IPhone antes que nuestros colegas. Somos los primeros en retuitear una noticia. Mensajeamos por no esperar a que nos cojan el teléfono. Si no compramos una tableta, es porque dentro de nada sale el último modelo. Bajamos nuestra serie favorita antes de que se emita en televisión. Y pecamos de multitasking por no quedar detrás ni donde estamos ni donde no estamos. Fast food. Fast fashion. ¡Fast vida!

Diez años después de la canción de los Eagles, el italiano Carlo Petri lanzó el movimiento de Slow Food, como protesta a la apertura de un McDonald's en la Plaza de España de Roma. El movimiento se expandió en Slow Cities, Slow Living, y Slow Design. Pero de poco sirvió. La semana pasada, la firma Prada, ícono de la moda italiana donde los haya, anunció sus resultados de crecimiento –doblaron ventas en plena crisis– gracias a duplicar sus lanzamientos de productos, siguiendo los pasos de Inditex, pioneros del Fast Fashion.

A título personal y anecdótico, aunque representativo, en mi empresa, donde somos apenas unas 130 personas, tenemos tres equipos trabajando en paralelo en tres generaciones de producto: el que se lanzará en semanas, el que lo reemplazará en pocos meses, y el que aspira a reinventarlo antes de fin de año. Ni me quiero imaginar esta dinámica en empresas como Google o Samsung. El término corto plazo ha tomado otra dimensión, y el término largo plazo ha quedado casi obsoleto.

La empresa Apple, hasta no hace mucho la más valiosa del mundo, ha sufrido una pérdida en valoración bursátil --en horas-- equivalente al valor absoluto de una empresa de la talla de Morgan Stanley. ¿Por qué? Porque el mercado cuestiona su habilidad en mantener el ritmo de innovación.

Estar al corriente con los consumidores se está convirtiendo en una carrera aparentemente inalcanzable. El ciclo de vida del producto, la validez de las patentes, y la amortización de I+D, todos se están acortando. Esto supone un esfuerzo extraordinario en acortar los plazos de lanzamiento, rentabilizar las inversiones en menos tiempo, e innovar con mayor frecuencia.

Riesgo

En Norteamérica, auténticos gigantes no logran mantener el ritmo. BlackBerry, quien monopolizaba un mercado en crecimiento, está en riesgo de extinción. Best Buy, modelo de excelencia en retail, cerrará 50 megatiendas en el 2013. A TiVo, quien cambió la manera en que consumimos televisión, le han comido el mercado en un pispás. OWN, cadena televisiva de la todopoderosa Oprah Winfrey, no logra dar la nota con audiencias.  Estos ejemplos, y muchos más, representan empresas que están perdiendo la lucha de innovar al ritmo de los millenials y los no tan millenials que seguimos su compás.

Pero ¿hasta qué punto seremos capaces de humanamente asimilar esta aceleración? Ya no a nivel empresarial, sino del punto de vista del consumidor. Podemos bajar docenas de apps, pero ¿cuántas podemos utilizar…? ¿Cuántas series podemos ver…? ¿Cuántos smartphones podemos reemplazar…? ¿Cuántas hamburguesas podemos digerir…? ¿Cuántas prendas podemos vestir…? …antes de que queden desactualizadas.

¿O acaso estamos destinados a terminar como el éxito de los Eagles? "Escucha niño. Escucha el motor. Hemos ido de aquí a allí en esta autopista; y no hemos visto una puñetera cosa."

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