Tiene gracia que, por primera vez, uno de los motivos por los que Bilbao va a recibir visitas es por el Sol. Y más, cuando llevamos prácticamente un mes sin parar de llover.
No cabe duda que, para un creativo, venir al festival de El Sol tiene como claro aliciente el ver buenas campañas.Pero hay otro muy importante y esencial: comer bien.Por eso, yo voy a recomendar dos de mis restaurantes favoritos. No se parecen en nada, excepto en que se come muy bien y el txuletón es extraordinario.
Casa Rufo
Casa Rufo fue guarida de filibusteros, vendió salazones, bacaladas, vino embotellado, azúcar y todo tipo de golosinas en pleno centro del mundo civilizado. El garito, atendido desde 1955 por Rufo Pérez Allende, capeó los tiempos modernos y sus primeros supermercados; hasta que transformó sus entrañas en un pequeño restaurante.
Por eso, cuando entras tienes la sensación de hacer un viaje en el tiempo. Una tienda de ultramarinos (eso sí, de las de delicatessen) convertida en un restaurante. Te aconsejo que reserves (siempre está hasta las cartolas) y que pidas una de las mesas que están situadas en mitad de la tienda.
Y, lo más importante, ¿qué comer? Yo os recomiendo los ahumados, los tacos de salmón están de rompe y rasga; el bonito del Cantábrico en lomos es muy reputado, el verdel en temporada es atómico, el jamón de pato muy carnoso y las sardinas (cuando las sirven) están de toma pan y moja.
Pero, además, las croquetas de huevo, las anchoas en salazón o la ensalada de ventresca de bonito están soberbias. Unos estupendos pimientos de Lezama; los hongos salteados con huevo, las kokotxas" desaladas...
Y todo lo anterior para abrir apetito y entrar a matar con uno de los "txuletones" de buey más deliciosos que he probado nunca.
Un Señor de Bilbao USB
Lo reconozco. Lo recomiendo no sólo por su exquisita comida y lo agradable del local. También porque su responsable, Txomin Saez, ha colaborado como fotógrafo muchos años conmigo.
¿De fotógrafo a hostelero? Así es la vida. Txomin fue especializándose en fotografías de comida (por su gran afición a la cocina) y con esto de la crisis y los bancos de imagen, cambió el estudio por un restaurante que está siempre a reventar.
Es un local de entrada discreta, poco sugerente, casi disuasoria, más su cambiante interior es casi fascinante. A todos nos llaman la atención paredes sin terminar de pintar, cables colgando, cierto carácter industrial y profusión de elementos añejos y ajados, combinados, para constituir un autentico escenario de connotaciones contemporáneas vintage. Acogedor y atractivo.
El apartado de vinos, cómo no, y el de quesos reciben una atención especial con carta específica y varias tablas.
Yo empezaría la comida compartiendo uno de los entrantes de su carta. ¿Qué tal una ensalada? El menda recuerda con agrado la primera que probó: la de perdiz escabechada. Pero también están exquisitas las anchoas, los espárragos trigueros con salmón marinado y las mollejas con hongos.
Y para terminar el sublime txuletón de Don Ignacio Zaldúa. No es una ganadería. Es un amigo al que, Txomin, quiso hacer un pequeño homenaje.
Como decimos aquí On egin!!!!!
Daniel Ros, CEO de Ros