¿Se puede decir algo inteligente sobre Jobs que no se haya dicho ya? Seguramente no, pero la tentación es demasiado poderosa. Siendo de PC de toda la vida, nunca sentí veneración por el señor Jobs. Últimamente en mi casa conviven los dos ecosistemas, aburrido como estaba de los virus. Y tengo el corazón partío. El mundo PC es bastante castaña en términos de experiencia de usuario, pero te da una libertad de elección enorme. El mundo manzana es justo lo contrario, perfección en un ecosistema cerrado. Es casi una disyuntiva filosófica que entronca con el problema de los diseños utópicos. La mayoría de los utópicos han propuesto sistemas sociales donde todo está pensado para que funcione perfectamente a costa de la libertad de los ciudadanos. Algunos por la vía de la tiranía del conocimiento como Tomás Moro (Utopia), otros por el conductismo como Skinner (Walden II) y otros por la droga inocua y la selección genética como Huxley (Un mundo feliz). Ya en esta última, en realidad una distopía, la contradicción emerge brutalmente en la trama: ¿Puede el ser humano ser feliz con bienestar pero sin libertad? ¿Puede serlo en una libertad insegura? Está claro que esta idea entronca con la visión de Apple como una religión y Jobs como su profeta.
Y, siendo un iluminado, siempre confió en su intuición por encima de lo aparentemente razonable, incluidos los estudios de mercado. Nunca los utilizó. Supongo que era capaz de sentir lo que sentía el usuario. Me parece más sorprendente eso que el hecho de que la inversión publicitaria de Apple fuese tan escasa en relación a su facturación. De esto último hay muchos ejemplos. Pero lo que más me intriga es cómo fue capaz de gestionar de forma exitosa una organización enorme en la que las grandes decisiones las tomaba un solo cerebro. Todos sabemos lo difícil, por no decir imposible, que resulta que una agencia organizada en torno a un gran creativo supere un cierto tamaño. Saber cómo lo logró es fundamental para aventurar si su desaparición supondrá el desmontaje de un modelo. En los años en los que Jobs estuvo ausente, Apple se movió en lo previsible para una empresa de su tamaño y recursos. Como veterano practicante de deportes de equipo, sé que es mejor un mal entrenador que ningún entrenador, excepto cuando cada uno de los jugadores tiene la suficiente experiencia como para saberse su papel de memoria, incluido el momento de pedir cambio al banquillo. Y, aún así, lo mejor es un buen entrenador.
 
David Torrejón
Director editorial