Anuncios.— Libre se su actividad ejecutiva ¿A qué dedica su tiempo?
Luis Bassat.—La mayor parte se lo dedico a la fundación que tenemos mi mujer Carmen y yo desde hace muchos años. La fundación tiene dos objetivos principales, ayudar a los niños de Mozambique y promover el arte contemporáneo español. El dinero que me pagan por conferencias, artículos y libros va íntegro para ella. No tiene otros ingresos. Y también le dedico tiempo al deporte De lunes a viernes hago unos 100 kilómetros en bicicleta con un grupo de amigos.
Anuncios.—El museo donde se expone su colección (http://www.museubassatmataro.cat) es entonces de su fundación.
L.B.—Hace cinco años empecé a trabajar en la idea de hacer un museo y hace uno, cuando el alcalde de Mataró nos ofreció la nave de Gaudí, no lo dudé. Es el primer edificio de Gaudí, una nave sencilla porque era el encargo de una cooperativa y se usaba para blanquear tejido, pero al tiempo una maravilla que ya tiene los arcos parabólicos que le harían famoso. Hemos hecho dos exposiciones con la base de la colección una hasta el año 1969 y otra sobre los Setenta. Probablemente hagamos otras dos sobre estos años porque es de los que más fondo tenemos. Así que la mayor parte del dinero que entra en la fundación va para los niños de Mozambique y el resto para el museo.
Anuncios.—¿Cómo comenzó su interés por la pintura?
L.B.—Poco después de casarnos, el arquitecto que hizo nuestro primer y modestísimo piso, en estilo minimalista porque no había dinero para otra cosa, nos dijo que nos iría muy bien en la decoración un cuadro de un amigo suyo llamado Àngel Jové. Un día vinieron a casa y Jové trajo un cuadro debajo del brazo. Nos lo enseñó, era totalmente abstracto, y nos encantó. Nos dijo que costaba 6.000 pesetas de entonces y le dijimos que no podíamos pagarlo. En casa, entre mi mujer y yo entonces ganábamos 26.000 y pagábamos 15.000 de hipoteca. Jové nos preguntó si no podíamos pagarle 1.000 pesetas al mes. Nos miramos y nos lo quedamos. Fue el único cuadro que tuvimos hasta el año 1973. Ese año, paseando por las galerías de la calle Consejo del Ciento, vi un cuadro y me enamoré de él. Me quedé charlando con el dueño de la galería y salí de allí a las once de la noche con el cuadro y el 70% de la galería. El 30% se lo quedó el dueño y el resto se lo vendí a amigos en participaciones del 5%. Era la galería Adriá, una excelente galería que tenía contratos con pintores que luego se harían muy famosos, como Guinovart o Ràfols-Casamada. Tenía acuerdos con la Juana Mordó, de Madrid, etc. Pero estábamos en plena crisis del petróleo y la galería compraba muy bien, pero vendía poco. Después de unos años tuvimos que cerrar. Les ofrecí a mis socios quedarse con obra o con el poco dinero que nos daban por el traspaso del local. Prefirieron el dinero y yo me tuve quedar con la obra. Eso y las obras que compraba de cada exposición, que siempre eran una o dos, son la base de la colección y del museo. También he ido comprando por ferias internacionales y sigo visitando los talleres de los artistas para saber qué es lo último que están haciendo. La mayor parte de lo que he ganado lo he puesto en cuadros.
A.—¿De algún pintor se puede decir que tiene una de las colecciones más importantes?
L.B.—Especialmente de dos artistas dicen que tengo la mejor colección: Guinovart, del que tenemos unas setenta obras, y Ràfols-Casamada, unas cuarenta. Ahora son la base del museo de Mataró. En Barcelona no hay ningún museo donde se exponga obra de los pintores contemporáneos catalanes o afincados en Cataluña y va mucha gente porque quiere ver obra de estos artists y su generación.
A.—¿Y cómo empezó la fundación?
L.B.—Empezó porque cada Navidad todos en mi familia íbamos de cráneo comprando regalos para los demás y un año, cuando nos dimos esos regalos yo planteé: ¿Creéis que vale la pena hacer pasado quince días yendo de tienda en tienda para comprar cosas que en general ya tenemos? ¿Por qué al año que viene no ponemos el dinero que nos pensábamos gastar en una caja y lo damos a las personas necesitadas. Al año siguiente había mucho dinero en la caja, y así empezamos. Luego creamos la fundación y seguimos con los regalos pero empecé a poner también lo que me pagaban con unos artículos que me publicaban en La Vanguardia y cuando me pagaban alguna conferencia. Un día le estaba contando a Montse, mi secretaria que no podía seguir con cuarenta conferencias al año y me dijo ¿Por qué no las cobras? Yo dije que no me parecía bien, pero ella me sugirió que en vez de pagarme a mí le pagaran a la fundación, y así lo hice. ¿Sabe cuántas conferencias di al año siguiente? Otras cuarenta. Luego hemos ido subiendo el precio y ahora una empresa de Madrid se encarga de buscarme las conferencias que voy dando por todo el mundo. Deben quedar contentos porque repiten. De las últimas, una se llama La Creatividad, y gusta mucho y la otra es sobre el mismo tema de mi último libro, Inteligencia comercial. Las conferencias no dejan de evolucionar e intento estar siempre al día. Pedimos mucho dinero que va para nuestra fundación, y afortunadamente nos lo pagan.