
Mientras en algunos ámbitos se debate entre ‘salvar la Navidad’ o ‘salvar la vida’, a cuento de las medidas de las autoridades sanitarias para mantener al virus bajo control en unas fechas caracterizadas por una elevada vida social, Shackleton ha presentado una iniciativa que puede conjugar ambos deseos. Y, de paso, apoyar a la hostelería.
Aplicable inicialmente a las tradicionales cenas de empresa, que suelen aportar un incremento de entre un 25% y un 50% de la facturación de la hostelería, señala la agencia, lo cierto es que puede extenderse a otros ámbitos. Solo es necesario contar con ordenadores, conexión, compañeros con los que compartir y, por supuesto, una reserva en el restaurante.
Mesas conectadas, como han denominado en la agencia a esta iniciativa, combina creatividad y tecnología para que las empresas puedan celebrar su cena de Navidad, pero con las medidas de seguridad y distanciamiento pertinentes. “La creatividad tiene que ver con encontrar nuevas formas de hacer las cosas y la tecnología es una herramienta que hace posible que esas cosas sucedan. Con esta idea hemos tratado de combinar ambas fuerzas para que ocurra algo tan importante como que la gente pueda reunirse y disfrutar sin riesgos y a la vez ayudar a la hostelería que está siendo especialmente castigada por la pandemia”, explica en un comunicado de la agencia Juan Silva, director creativo ejecutivo.
Se trata de una experiencia phygital que, utilizando dos ordenadores portátiles enlazados por una plataforma de videollamadas, convierte pequeñas cenas de hasta seis personas (o el máximo permitido, en cada caso), en diferentes restaurantes, en una mesa colectiva e infinita, con todos los asistentes conectados.  
Pero no todo es tan simple como parece. En el vídeo y la web específica creados por la agencia, se explica cómo funciona esta iniciativa y los requisitos para que la conexión entre mesas conectadas incluso de diferentes continentes, puedan dar la apariencia de una única y gigantesca mesa común. Por ejemplo: todas deben tener proporciones y medidas semejantes y estar vestidas con manteles idénticos; el menú, incluyendo el vino, debe ser el mismo en todos los restaurantes conectados, y la vestimenta de los camareros debe ser igual también. Eso sí, se permite a los comensales cambiar la conexión entre las mesas a lo largo de la cena.
Y, como no hay nada mejor que predicar con el ejemplo, el pasado 24 de noviembre, más de 180 personas de los equipos de la agencia de Madrid, Barcelona y Santiago de Chile se reunieron desde treinta restaurantes diferentes de las tres ciudades. Hay que decir que, obviamente, el equipo chileno quedó para comer.