
Así lo hizo mi madre, mi abuela y mi bisabuela, y así lo tenía que hacer yo. Porque desde muy pequeñita todos los mensajes que recibía me enseñaban el papel que debía tener como mujer en casa, vamos, como “una buena mujer de mi casa”. Porque si una canción infantil (inocente) te dice que, como niña, “no puedes jugar porque tienes que lavar”, tu propia madre (tu referente) asume (complaciente… o resignada) todas las tareas del hogar, y la televisión (ese aparato de deleite) te bombardea con anuncios de detergentes protagonizados absolutamente SIEMPRE por mujeres… tú ¿qué haces? pues aprendes. 
Pero ¿a qué aprendes? Aprendes a protestar. Y esa no es la única forma. 
Hoy por hoy, en nuestro país, el 70% de tareas domésticas las siguen asumiendo las mujeres, y hoy por hoy, después de una pandemia, con todos encerrados en casa disponibles para hacer cada uno su parte, la situación no solo no cambia, sino que nos está haciendo retroceder 25 años para que asumamos el doble de tareas. Así que ¿de qué nos sirve solo protestar? Como decía mi madre “el movimiento se demuestra andando”, por eso, para conseguir que cambien los datos tenemos que hacer algo para que cambien. Y debemos hacerlo movilizando desde la infancia, desde esa edad en la que yo ponía mis manitas juntas para frotar mientras cantaba “así lavaba, así, así”, y debemos hacerlo con la herramienta más poderosa con la que contamos: la educación. 
Nuestras madres y padres nos enseñaron a nosotros la única realidad que conocían (con toda su buena voluntad), pero el mundo ya no es el que era, así que, si queremos educar a nuestros niños y niñas en la igualdad, lo primero, demos ejemplo, y lo segundo, cuidemos los mensajes que les hacemos llegar.
No sabemos lo poderoso que puede llegar a ser un spot de muñecas o de coches, los estereotipos que las marcas pueden perpetuar con una sola emisión de su anuncio, y la responsabilidad que tenemos como profesionales de este medio en la construcción de un mundo mejor.
Veo los esfuerzos que muchos anunciantes hacen cada día por dar un impulso al cambio, porque “Ya no hay excusas” como bien dice Samsung, ya podemos “Dream Crazier” como lo hace Nike, o incluso desterrar los “Like a girl” como pretende P&G. Así que como propone Audi, “Cambiemos el juego”.
Marcas como Ariel llevan tiempo aprendiendo y evolucionando con nuestra sociedad, modulando poco a poco sus mensajes, dando pequeños (o grandes) pasos hacia la igualdad. Por eso, hoy su versión del “Así lavaba, así, así”, a mi me suena a gloria, porque nos habla de una nueva realidad, una en la que los roles han cambiado, una en la que, por fin, no solo las niñas tienen que aprender a lavar, porque en esta realidad TODOS lavan así, así.
Por eso yo, como mujer, como representante de la generación de los niños y niñas de Miliki, como publicista, si algo he aprendido de mi madre, y de marcas como Ariel, es que “el movimiento se demuestra andando”.