En efecto, Telefónica está en su derecho de echarse atrás en su adjudicación (compensando al perjudicado), pero hacerlo, como parece obvio, por razones ajenas a la calidad profesional de la propuesta, resulta un mal ejemplo. Un ejemplo que, por un lado, sitúa a la publicidad a la altura de una commodity, es decir, tan intercambiable como el proveedor de energía eléctrica y, desde luego, alejada...
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