Forma parte de este grupo de publicitarios que se iniciaron —él lo hizo a una edad extraordinariamente temprana, con 14 años, y de botones—— al mismo tiempo que comenzaba a profesionalizarse el oficio en España con la llegada de las multinacionales. En JWT, a la que llegó respondiendo a una oferta de trabajo publicada en la prensa, entró con el número 23 de matrícula, recuerda. Con 24 años formó parte del comité de empresa de la multinacional, discutiendo, entre otras mejoras, la consecución de los bonos de comida, siendo JWT la primera compañía que los aprobó en España. Poco después, dejó el que era un trabajo estable y se embarca, junto a Ramón San Román, en la apertura de TBWA en España, de la que hoy se despide definitivamente. Vivir el crecimiento del sector (con sus décadas doradas y crisis sucesivas incluidas) le lleva a hablar en términos de agradecimiento, generosidad, ideas de valor y, sobre todo, disfrute en una trayectoria no exenta tampoco de momentos complicados. Y cita dos. Uno, cuando al poco tiempo de incorporarse oficialmente a TBWA, el 1 de agosto de 1979, uno de los clientes que habían ganado, Taurus (actualmente, Samsonite), suspende pagos. Con la agencia recién abierta, él y Ramón San Román tienen que gestionar un crédito de 5 millones de pesetas a un año, con un aval personal y con la ayuda del Banco Sabadell. El otro, cuando en 1993 los fundadores de TBWA deciden vender la agencia a Omnicom (al que sigue perteneciendo) en unas condiciones de partida que le perjudicaban, por lo que fue el único de los dieciséis directivos que se negó a firmar el acuerdo.
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