Opinión

Soñar con el 'new normal'

La última campaña de Cruzcampo habla de sueños, pero no lo hace de manera elevada, metafórica o poética, sino que nos presenta un solo sueño, pequeño e inalcanzable a la vez: el sueño de la primera caña que nos vamos a tomar cuando se acabe el confinamiento.

Porque, pasado el susto, interiorizada la situación y consumido un mes largo de arresto domiciliario, la gente empieza a soñar con la desescalada, con poder salir a la calle, con apurar lo que nos quede de primavera. O quizá simplemente sueñan -soñamos- con tomar una cerveza al sol.

Mientras tanto, en el mundo paralelo de los medios encontramos analistas, columnistas y gurús que nos presentan el mundo después de la pandemia.

En su defensa hay que puntualizar que la incertidumbre es incómoda. Acostumbrados a manejarnos en las pequeñas certezas del business as usual, instalados en la rutina del día a día, en esta nueva situación nos sentimos inseguros. Una respuesta es convencernos de que sabemos las respuestas y creer que todo va a ir bien.

Por eso muchos de los artículos de opinionólogos estos días son más el reflejo de lo que al autor le gustaría que sucediera que predicciones con algún tipo de base factual.



Muchos vaticinan la inminente llegada del new normal. Sin embargo la normalidad, entendida como la libre circulación de personas y bienes, no será completamente restaurada hasta que exista una vacuna. Y quedan entre doce y dieciocho meses hasta ese momento.

Así, resulta una temeridad afirmar nada de forma categórica, pero sí se pueden elaborar algunas hipótesis de cambio en base a las actitudes y comportamientos que hemos visto estas últimas semanas.

A CORTO: CONSOLIDACIÓN DE COMPORTAMIENTOS ADOPTADOS DURANTE EL CONFINAMIENTO

El hecho de haber mantenido a la mayor parte de la población encerrada en su casa para minimizar la posibilidad del contagio ha obligado a la adopción en semanas de nuevos comportamientos que, sin pandemia, probablemente habrían llevado años. Específicamente, cosas como:

- Hacer la compra online: hasta ahora, al comercio electrónico se le resistía la categoría de la alimentación. El confinamiento ha generado una prueba a escala masiva de la compra online. Muchos de estos nuevos usuarios se darán cuenta de que no vale la pena arrastrar bolsas desde el súper hasta casa si lo puede hacer alguien más joven y fuerte en tu lugar.

- Teletrabajo: hemos descubierto que la mayor parte de las reuniones se podían resolver con un par de e-mails. Volveremos a las oficinas, sí, pero algo quedará: quizá se normalice lo de trabajar desde casa algún día a la semana, quizá se externalicen algunos puestos de trabajo para reducir costes de oficina, quizás las reuniones de estatus sigan siendo vía Zoom.

- Video online en directo: los espectáculos en directo han desaparecido e, incluso cuando las competiciones deportivas retomen el ritmo, tardaremos en volver a ver estadios llenos. En su ausencia, la gente se ha tirado a consumir cualquier cosa en directo, desde conciertos de Andrea Bocelli hasta e-sports. El contenido en directo tiene más interés porque su valor conversacional en redes sociales es más alto y nos ayuda a sentirnos conectados aunque no estemos juntos.

- Realidad virtual como alternativa a los eventos en directo. Aunque siga sonando a tecnología de Flash Gordon, hay muchos dispositivos de realidad virtual ya disponibles y a un precio cada vez más accesible. Hasta ahora era la falta de contenidos lo que frenaba la adopción de estos dispositivos, pero el coronavirus puede servir para acelerar este cambio. Frente las limitaciones a los viajes low cost, las visitas virtuales pueden ser una alternativa lower cost.

- Colaboración: la pandemia ha visto el nacimiento de uniones improbables. Google trabajando con Apple en soluciones para el COVID-19. El transistor y El partidazo compartiendo minutos de radio. Mantener este espíritu colaborativo es importante para afrontar la crisis económica que se viene.

A MEDIO: EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO (RECUPERACIÓN DE VIEJAS COSTUMBRES)

A todo periodo de privación le sigue un efecto rebote. Si bien el consumidor pasa a ser cuidadoso con su dinero por la incertidumbre laboral o la certidumbre en forma de desempleo, en la medida de nuestras posibilidades retomaremos hábitos que el confinamiento nos arrebató.

- Reconquista del espacio público: echarse a las calles a lo que sea. Jugar en los columpios. Beber en las terrazas. Pasear sin rumbo fijo. Y, por supuesto, el esperado retorno de los runners.

- Comer fuera de casa: hacer el pan en casa está muy bien, pero echamos de menos lo de comer a mesa puesta. Eso sí, es posible que los restaurantes tengan que limitar el número de comensales en sala para respetar el distanciamiento físico.

- Las colas: cuando reabran los comercios, los restaurantes, los cines y los museos, lo harán con numerus clausus. Se formarán colas larguísimas a la puerta de los establecimientos más populares. Quizás los lugares más premium sacarán un número limitado de fast passes para aquellos que tengan más dinero que paciencia.

- La vuelta al ‘cole': resulta difícil de creer que los niños españoles vayan a empalmar dos meses confinados con tres meses de vacaciones. El problema de poner colegio en agosto es que obliga a todos los padres de España a concentrar sus vacaciones en el mes de julio.

- Las vacaciones de verano: el turismo aporta el 12% del PIB español y el 13% del empleo. Asumiendo que los viajes en avión seguirán bajo la lupa de las autoridades, este verano cambiaremos Tailandia por Tarragona para compensar el bajón de guiris en nuestras playas.

A pesar de la incertidumbre reinante no debemos olvidar que, por muchos cambios que nos haya traído el COVID-19, el humano sigue rutinas construidas a lo largo de periodos de tiempo mucho más largos que un confinamiento. Y por eso lo más probable es que el new normal se parezca al old normal más de lo que a muchos les gustaría creer.

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