Opinión

Mujer al borde de un ataque de nervios

Pocas veces en la historia estadounidense hemos vivido una campaña a las elecciones presidenciales tan jugosa como la presente entre Hillary Clinton y Donald Trump. Entre mentiras, provocaciones y extremismos, el aparato político de Washington parece más la sala de un guionista y director manchego.

Por un lado, tenemos una señora con formación política, conocimiento, experiencia nacional e internacional, un discurso coherente, pero con serias dudas sobre su honestidad, oportunismo, integridad y carisma. Por otro lado, tenemos un señor billonario, con experiencia en inmobiliaria, un indudable talento en autopromoción y armar marca propia, pero con acosos de racismo, narcisismo, ignorancia y de ser un auténtico bocazas.

Creo que esta evaluación es bastante objetiva y no favorece particularmente a ninguno de los candidatos. Pero no es mi intención sugerir quién es mejor candidato, ni tampoco evaluar la efectividad genérica de sus campañas, entre otras cosas, porque no son mis áreas de especialidad.

Pero de comunicación sí entiendo algo y no puedo evitar reaccionar ante la radical negatividad que está empleando la campaña de Clinton. Sobre todo y a pesar de que su opositor ha elegido un camino positivo, si bien a su propio modo suigeneris. A pesar de sus comentarios controversiales, el discurso de Trump es positivo. Su temática, Make Americagreat again, o Devolvamos a América su grandeza, está cargado de ilusión, reforma, cambio y positivismo. Como candidato retador, es normal que se enfoque en el cambio y lo posicione como positivo. Más aún, su mensaje, por extremista o escandaloso que pueda parecer, da la impresión de ser honesto, entre otras cosas porque pocos se atreverían a soltar sus comentarios a menos que fueran ciertos.

Los gestores de la campaña de Hillary, por otro lado, han desarrollado una intensa y contundente campaña de correo electrónico saturada con mensajes negativos y desesperados, tanto en contenido como en cantidad, provenientes de toda la maquinaria de la Casa Blanca, desde Hillary hasta Michelle. Su estrategia es generar miedo, pánico y desesperación ante la posibilidad de Trump. Y aparte de carecer credibilidad, que ya de por sí no lo lleva muy bien, posiciona a Clinton como candidato perdedor, aun cuando las encuestas demuestran ligeramente lo contrario.

Permítanme compartir unos ejemplos de titulares de correos electrónicos de la campaña demócrata a sus seguidores y la identidad de sus mensajeros:

- "Estamos perdiendo" – Genérico de la campaña

- "Despídete de toda esperanza" – Joe Biden, vicepresidente de EEUU

- "No es suficiente" – Michelle Obama, primera dama de EEUU

- "Estamos jodidos" – James Carville, comentarista político demócrata

- "Desafortunadamente" – Barack Obama, presidente de EEUU

- "Necesito saber que estás conmigo" – Hillary Clinton, candidato demócrata

- "Trump. Gana. Todo." – Genérico de la campaña

Almodóvar no lo hubiera puesto más desesperadamente. Y éstos son tan solo ejemplos de las últimas 48 horas de correos electrónicos, pero créanme que son muy representativos de lo que han estado enviando en al menos las últimas cuatro semanas. Imaginaros que Apple o Red Bull intentaran vender sus productos con este discurso…

Pero no se está vendiendo un producto, sino una candidatura a la presidencia. Me tomé la libertad de consultar con Pablo Alzugaray, CEO de Shackleton, quien entiende mucho más del tema que yo. "Las campañas políticas han de basarse en generar expectativas positivas, no en la utilización del miedo", comenta. Y agrega que "yo generaría expectativas positivas, basadas en la continuidad de lo que está funcionando o en los cambios para lo que no está funcionando, según sea el caso". Si bien es cierto que Alzugaray recalca que "en el tirón de los últimos diez días, puede ser acertado comunicar aspectos negativos de la alternativa, sobre todo con el objetivo de convertir a los indecisos."

Tal vez la campaña de Clinton tenga planificada la estrategia reversa y nos sorprenda con mensajes positivos en el último tirón. Pero me temo que puede ser demasiado tarde para convertir a los indecisos y, peor aún, que hasta el momento esté generando más indecisos que seguidores.

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