"Eres como tu padre, un inútil para los negocios. Nunca llegarás a nada", me dijo mi abuela.Y así ha sido. Nunca veo venir las oportunidades y, si las veo venir, cuando llegan a mi lado ya están ocupadas por otros más espabilados. Leo en un diario extranjero y serio que un grupo de científicos suecos quieren sacarle un millón de libras al incauto que done su nombre, o simplemente un nombre, a un nuevo medicamento contra el cáncer. El equipo tuvo éxito probándolo en ratones pero la prueba sobre humanos cuesta más de dos millones y medio de euros y no los tiene. Ningún laboratorio quiere invertir en ello, dado que los generosos suecos cometieron la torpeza de publicar el hallazgo antes de patentarlo y ya no se puede explotar en exclusiva. Seguro que esto daría pie a alguien para reflexionar sobre cómo se hace la ciencia en el mundo y su objetivo supuestamente altruista, pero yo, que tengo tendencia a la frivolidad, prefiero centrarme en el asunto del bautizo. Ya no nos sorprende que un partido se celebre en el Acme Arena, que en el Teatro Acme se estrene un musical, y menos aún que el Acme FC juegue contra el Pilotes Posada, un suponer. Pero los científicos suecos nos muestran que esta veta de oro para el branded naming está lejos de agotarse. Así, nada impide que exista la estación de Metro Hero Baby, el parque Flora, la estrella Lladró, Nocilla Gómez Fernández, o el Partido Fanta Limón de los Trabajadores. Incluso el gobierno podría ser bautizado a cambio de una contraprestación razonable. En vez del Gobierno del PP podría ser, por ejemplo, el Gobierno Danacol de España. Las Cortes, las Atarazanas, la Giralda, todo lo que sea popular tiene un branded naming posible. Y también puede segmentarse. Por ejemplo las bibliotecas municipales pueden ser los Centros Espasa y un aeropuerto, el Samsonite Flying Circus. Pero, como bien profetizó mi abuela, yo estoy mucho más cerca de los científicos suecos y bauticé mi columna pensando en una novela de Aldous Huxley, en lugar de darle un sablazo a Martínez Cabrera. Y, ahora, vete tú a reclamar.
 
David Torrejón
Director editorial