Quienes me siguen, lectores heroicos, saben que no son ni dos ni tres las veces que he dedicado esta columna al asunto de lo que ahora se ha dado en llamar "generación perdida". Y especialmente al hecho de que durante años nadie hubiera puesto coto al delirio de miles de licenciados en carreras con apenas oferta, como por ejemplo Periodismo o Publicidad. La primera de ella, lo acabo de comprobar es de 2005 (Mileuristas publicitarios).
No quiero dármelas de profeta: muchos vieron el desastre venir de lejos porque si hay una cosa que no falla, dice el refrán, son las matemáticas. Pero el ser humano es experto en engañarse a sí mismo. Vivimos como si nunca fuésemos a morir, esquilmamos el planeta como si nuestra vida no dependiese enteramente de él, compramos viviendas de valor inflado cuando quedan millones de ellas sin vender, o diseñamos sistemas de pensiones destinados a reventar. Y tantos otros ejemplos. No es extraño que ni universidades, ni ministerios, ni consejerías, quisieran ver que estaban enviando al matadero laboral a miles de jóvenes empeñados en carreras sin salida. De lo mismo que se les acusa ahora a los bancos se les podría acusar a esas instituciones: no informar bien, pensar sólo en el beneficio a corto y despreocuparse del perjuicio a sus clientes. Sin embargo nadie les dirige el dedo acusador. El pasado no tiene arreglo, el futuro sí. Ya hay una generación perdida, pues vamos a preparar al menos una generación ganada.
¿Es una novedad que el único sector de la economía que crece es el digital? ¿Alguien desconoce que las agencias digitales, las empresas de e-commerce, las consultoras de analítica web, las empresas de gran consumo necesitan desesperadamente especialistas preparados en nuevas tecnologías? Pues, cinco años después del comienzo de la crisis, nadie está haciendo nada. Estamos en una situación de emergencia nacional y deben aplicarse medidas a la altura. Por nuestras fronteras se va nuestra principal riqueza y seguimos dilapidando recursos y el esfuerzo de nuestros jóvenes, mientras las empresas necesitan profesionales de nuevo cuño que ahora nuestras instituciones académicas no forman, o no en la cantidad su¬ficiente. El ministro Wert, tan cercano a los sectores punteros del mundo de la información, debería aplicar su poder, si es que la descentralización le ha dejado alguno, para al menos intentar solucionar este desastre continuado.
David Torrejón es director editorial de Publicaciones Profesionales