El 23 F me pilló en busca de mi primer trabajo. Como hoy, esa no era tarea fácil. El paro estaba en el 22% y la inflación se situaba entre el 15% y el 20% anual. La conflictividad laboral seguía altísima mientras culminaba la reconversión iniciada a finales de los Setenta. En ese caos, yo daba mis primeros pasos como periodista. Acababa de colocarle un reportaje en comandita a El País Semanal sobre el cincuenta aniversario de Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Rosa Montero nos hizo darle "un par de vueltas", expresión con la que ya entonces empecé a familiarizarme. Dos vueltas que nos hicieron aprender más del oficio que un curso entero en la facultad.
Quizás por estos primeros pasos, mi padre pensaba que yo estaba al cabo de la calle de la política nacional y esperaba de mí la respuesta a lo que iba a pasar. Así que, hasta que apareció el Rey, me pasé las horas tranquilizándole e intentando convencerle de que se trataba de una charlotada organizada por una patética pandilla de nostálgicos. En realidad, sentí mucha más vergüenza como país que miedo a una involución. Ahora ya sé que la cosa fue más seria de lo que a mí me parecía.
Anuncios llevaba unos meses en la calle y El País (número 494) y Diario 16 eran también los novatos que traían aire nuevo. Ahora que nos preocupa ver cómo cae la ocupación publicitaria de los diarios, da que pensar que en la primera edición de ese día aciago, El País contase solamente con dos páginas completas, una de la inmobiliaria Urbis y otra del Seat Ritmo. Lo demás eran pequeños anuncios por módulos repartidos a lo largo del diario. Con lo puñetero que era compaginar entonces, los cierres debían de ser eternos. El caso es que El País, costando 25 pesetas, en medio de una crisis comparable e incluso peor que la actual (por señalar un dato, no sólo se vendían menos coches cada año, sino que el parque rodante se reducía), era ya un negocio próspero, lo cual da que pensar.  A partir de ahí, mi recuerdo es que el trauma, al menos superficialmente, se superó muy rápidamente, aunque aún estuvimos ruborizados una temporada. A los pocos meses encontraba mi primer trabajo en una agencia de noticias. Al año estaba informando de la victoria del PSOE de Felipe González y José Ramón Sánchez. Nunca una agencia podría haber hecho tanto por un partido como hizo ese pintor e ilustrador por la candidatura socialista. No sé si lo ha dicho alguien alguna vez, pero el relato en el que nos introdujo a los jóvenes de entonces fue el de los Blue Meanies (Tejero y los suyos) contra la Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (Felipe González y Tierno). No sé si habría funcionado igual sin los malos, pero el caso es que fue un gran relato para una gran campaña.
David Torrejón
Director editorial