En un verano con Superman, Jurassic World o Los 4 Fantásticos, solo una película tiene el éxito en taquilla en nuestro país asegurado: Padre no hay más que uno 5.
No es broma: cada película de la saga familiar de Santiago Segura ha sido la película española más taquillera del año en que se ha estrenado.
De hecho, solo hay dos sagas españolas que hayan hecho más dinero que Padre, y son Ocho apellidos y Torrente, esta última, también de Santiago Segura.
Segura se ha hecho de oro a base de interpretar gañanes. En una saga es José Luis Torrente, policía corrupto, sucio y mezquino. En otra, se pone peluquín para transformarse en Javier García, padre de familia. El problema es que, mientras en Torrente la comedia nace de lo hiperbólico, de lo grotesco de la historia, en Padre, el humor se genera por la ilusión de cercanía: todos somos un poco como Santiago Segura en Padre no hay más que uno.
Pero, ¿realmente lo somos? Decidí ver las cuatro primeras películas de la saga para entender si critica o refuerza los estereotipos del padre español.
Padre no hay más que uno es la historia de una familia con cinco hijos, lo cual nos sitúa de saque en el mundo de la ficción. En la primera película, Javier y Marisa, la madre de la familia, van a irse de viaje sin los niños para celebrar sus quince años de casados. Sin embargo, Javier ha olvidado pedir días libres en el trabajo porque no escuchaba a su mujer cuando se lo recordaba. Ella acaba yéndose de viaje con su cuñada y el padre que da título a la serie se queda a cargo de sus hijos.
Javier es el clásico arquetipo del padre patán estilo Homer Simpson: no se levanta cuando llaman sus hijos por la noche, se confunde al hacer la compra, no sabe en qué clase están sus hijos y coge el teléfono de su mujer para leerle los mensajes. Mientras todo esto sucede, Marisa es incapaz de disfrutar sus vacaciones en el Caribe porque no sabe vivir sin sus hijos.
El peligro de Padre no hay más que uno es que no es una caricatura lo suficientemente gruesa a lo Torrente, sino que Javier es lo bastante verosímil como para creer que su comportamiento es lo normal en un padre de familia en la España actual. La gente lo ve en la pantalla y asume que es un modelo válido de paternidad. El pobre Homer Simpson, recordemos, es un personaje creado hace casi cuarenta años.
Pero es más grave: Padre no hay más que uno, cuya primera película se estrenó en 2019, es mucho menos moderna en sus valores que Médico de familia, la legendaria serie protagonizada por Emilio Aragón que se estrenó en 1995. En Médico de familia hay feminismo, hay personajes homosexuals e, incluso, una de las protagonistas tiene el sida. En Padre no hay más que uno, el único rastro de diversidad es el de la interna peruana a cargo de la casa y los niños.
Padre no hay más que uno es un vehículo al servicio del blanqueamiento del padre gañán en pleno siglo XXI, es Santiago Segura haciéndonos creer que con que un padre intente estar presente, ya es suficiente.
Todas las películas de la saga están escritas, dirigidas y protagonizadas por Santiago Segura, que no es el único Segura en la saga porque sus dos hijas, Calma y Sirena, interpretan a dos de las hijas de la familia para que nos quede claro que los nepo babies no son solo cosa de Hollywood. En España, el enchufismo sigue siendo un valor muy familiar.
No se vayan, que aún hay más. La segunda parte de Padre no hay más que uno lleva por subtítulo La llegada de la suegra, que es la ocasión de retratar a la clásica suegra tóxica que, por ejemplo, pretende obligar a su nieta a hacer la comunión.
Si las segundas partes son siempre más oscuras, las terceras son las que devuelven la alegría a las sagas: Padre 3 es una película navideña en la que la subtrama más interesante es en la que la hija mayor de la familia deja a su novio porque él no tiene suficientes followers.
Por cosas de la trama, en un momento dado se pone a cantar el artista madrileño Omar Montes bajo la ventana de la niña, y Segura aparece con un extintor para ahuyentarle:
- ¡Papá, no te vuelvo a hablar en la vida! –protesta la adolescente.
- ¡A ver si es verdad, que es la quinta vez que me lo dices este año! –responde Segura.
A lo largo de cada nuevo título, el padre titular de la saga niega cualquier empatía por sus hijos, minimiza la necesidad de un psicólogo, pone en duda la crisis medioambiental o prohíbe a su hija ir a una acampada porque van chicos. Y, por supuesto, siempre hay que evitar que mamá se entere.
En la quinta parte que ahora se estrena, Segura seguirá vendiendo con una sonrisa un modelo caduco de paternidad. Y el público español le seguirá riendo la gracia.
Adrián Mediavilla es cofundador de Granpasso