Page 75 - MUJERES A SEGUIR Nº 3
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Posar para David Hockney,
                                                              por Edith Devaney




                                                              La segunda vez que posé para él fue hacia el  nal del proyecto y ya había tenido la
                                                              oportunidad de analizar las poses y la vestimenta de quienes habían pasado por allí antes
                                                              que yo. La única indicación que recibí fue que me recogiera el cabello; a mitad del primer
                                                              retrato, Hockney decidió que así la imagen sería mejor. Muchas de las modelos femeninas
                                                              se habían puesto elegantes para su retrato, así que, para variar, decidí vestirme con un
                                                              atuendo más informal.
                                                              La sesión comenzaba en torno a las nueve de la mañana. El estudio estaba muy ordenado,
                                                              con el lienzo imprimado listo en el caballete y todas las pinturas, pinceles y paletas
                                                              dispuestos sobre una mesa situada a la derecha de este. La plataforma con la silla estaba
                                                              a la izquierda, frente al caballete. Sentada en la silla, probé varias posturas distintas y me
                                                              incliné hacia adelante con la cabeza apoyada en la mano, en lo que se me antojó una
                                                              postura natural y familiar. A Hockney le gustó, esperando que fuera capaz de mantenerla
                                                              durante tres días.
                                                              La primera parte del proceso, y tal vez la más intensa, fue el dibujo al carboncillo que
                                                              Hockney trazó directamente sobre el lienzo imprimado.
                                                              Él describe ese boceto de cabeza, cuerpo y silla como ‘ jar la pose’, a rmando que pinta
                                                              lo que ve, y se asegura de verlo todo. La perspicacia y concentración de su mirada eran
                                                              notables, su cabeza moviéndose constantemente de la modelo al lienzo.
                                                              Una vez completado el dibujo, comienza la pintura. Todos los retratos están hechos
                                                              con pintura acrílica, un medio que Hockney no había utilizado en veinte años. Tras las
                                                              primeras obras, comenzó a utilizar una nueva marca que tiene un mayor contenido de gel
                                                              y, por tanto, permanece húmeda más tiempo, lo que le permitía, a lo largo de tres días, ir
                                                              añadiendo pequeños matices al rostro de su modelo.
                                                              Tras una hora de pausa para un buen almuerzo y un rato de animada conversación, las
                                                              sesiones continuaban hasta bien entrada la tarde. Durante los descansos de la mañana y la
                                                              tarde, Hockney se sentaba en un sillón a cierta distancia del lienzo, analizando su progreso
                                                              mientras fumaba un cigarrillo. Durante esas pausas, comentaba diversos aspectos de la
                                                              pintura, pero mientras estaba pintando permanecía en el más absoluto silencio.
                                                              El proceso es sumamente físico para Hockney, que se mueve continuamente adelante y
                                                              atrás para observar el  lienzo de cerca y desde cierta distancia. Hay una enorme sensación
                                                              de  uidez en sus movimientos cuando extiende la mano para cargar el pincel de pintura,
           El artista pintó a Edith Devaney en dos
           ocasiones, primero en septiembre de 2015           mezclar nuevos colores o seleccionar un pincel diferente. Puede subir y bajar el caballete
           y de nuevo en febrero de 2016. Este último         con ayuda de un motor eléctrico, de manera que el trabajo minucioso, de detalle, lo realiza
           cuadro es el que se ha incluido en la
           muestra (se eliminaron los retratos de las         siempre a la altura perfecta.
           personas a las que había pintado más de            A lo largo de todo el proceso, la intensidad de su concentración no disminuye ni un ápice.
           una vez).                                          Cualquier atisbo de fatiga que sienta más tarde se ve compensado por el placer de la
                                                              creación.
                                                              Los modelos participan de ese placer a medida que va surgiendo la imagen. Por algún
                                                              motivo, mi retrato me pareció a un tiempo familiar y extraño. Hockney dice que pinta
                                                              “lo que ve”, admitiendo que todos vemos de forma distinta, ya que nuestra visión viene
                                                              determinada por nuestras numerosas experiencias.
                                                              Verte sometida a tan minucioso escrutinio te hace plantearte el efecto de los propios
                                                              procesos de pensamiento sobre tu aspecto físico, y la consumada destreza de Hockney
                                                              para re ejar esa complejidad interior acentúa la intensidad psicológica de la exposición.
                                                              Una vez que hubo completado mi retrato, le pregunté si creía que había captado mi
                                                              personalidad. “He captado un aspecto de ti”, repuso. “El primer retrato captó un aspecto
                                                              diferente y, si hiciera un tercero, volvería a ser distinto”. La fascinación de Hockney por el
                                                              retrato está indisolublemente unida a su profunda simpatía por el ser humano y por todas
                                                              las fragilidades que encarnamos, “la comedia humana”, como él mismo la describe.

                                                                                Edith Devaney es comisaria de la Royal Academy of Arts de Londres


                                                                                                                             75
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