La reciente edición de El Sol, celebrada por vez primera en Bilbao, ha dado y dará pie a todo tipo de opiniones. Algunas las recogemos en este número de nuestro semanario, otras lo haremos en el de la semana próxima. Habrá, seguramente todo tipo de posturas y matices al enjuiciar los premios, las conferencias, el lugar… pero estamos seguros de que ha habido una total unanimidad en cuanto a la ceremonia de entrega de premios que, durante cuatro horas, ha retado la capacidad de aguante del ser humano.
Esta es una situación cada vez más frecuente en una actividad en la que los organizadores de certámenes, premios y festivales intentan engordar su facturación (a veces por encima incluso de la lógica con secciones cada vez más laterales o geminadas unas de otras) y, claro, eso tiene un coste evidente a la hora de entregar dichos premios. En su momento, los Ampe fueron el epítome del evento de premios torturador de la audiencia pero, a la luz de las últimas ceremonias, da la impresión de que ya son casi una breve matinée.
Al margen de El Sol, otras entregas han concitado las críticas de los asistentes por su exceso. Una de ellas fue la última de los Premios Nacionales de Marketing, de la Asociación Española de Marketing, aunque cabe señalar que esta última asociación tiene una corta experiencia en manejar asistencias elevadas y largas entregas, mientras que El Sol va por su vigésimo séptima entrega y los Ampe, por la cuadragésimo tercera. Y la ceremonia de los Eficacia también hay años que se extiende peligrosamente, a pesar de los esfuerzos que se anuncian por reducir su duración.
De alguna forma, no se trata sólo de que en cada una de estas citas se trate bien o mal a los asistentes, sino del mensaje que se transmite acerca del propio sector. Cuando una ceremonia dura más de dos horas, ese mensaje es, simplemente, incapacidad para ponerse en la piel de su consumidor, y si encima es aburrida o sin ritmo, además se pone en duda la pericia del mismo para entretenerlo. Podríamos decir que suponen un suspenso en branded content.
No vamos a cargar más las tintas sobre la pasada ceremonia de El Sol, habida cuenta de que ha habido años más llevaderos, aunque puede ser que a base de entrenamiento nuestro nivel de resistencia se haya visto incrementado. Pero sí que parece que llega el momento de que todos los responsables de este tipo de eventos reflexionen de una vez por todas y tomen medidas drásticas para reducir su cada vez más insufrible duración. Se nos ocurren muchas, como simplemente evitar esa repetición constante de las mismas piezas, que sumerge al entumecido asistente en una especie de día de la marmota por el que termina odiando injustamente las piezas premiadas. Y estamos seguros de que otras muchas, más inteligentes, se ponen encima de la mesa de los organizadores cada año, pero no se adoptan. Pues bien, ha llegado la hora de que lo hagan, o auguramos que en breve sólo asistirán los premiados, si acaso.