Todos los recordamos. Cuandocomías con ellos se subían la manga para hacer ostentación de su peluco de 12.000 euros y no perdían una oportunidad de introducir su último ejemplo de estatus, viniese a cuento o no. Por ejemplo, si decías "qué bonito está el campo en primavera", aprovechaban para añadir que lo realmente bonito es pasear por él a caballo y más aún si es tu propio jamelgo estabulado en ese picadero de moda en la zona Norte de la ciudad.
Y si hablabas de un cliente de Valencia, resulta que su fábrica estaba muy cerquita del puerto donde tenía un amarre para su veinte metros. A los postres se ofrecía pegajosamente para acercarte al Metro en su todoterreno de 80.000 euros y veinte litros a los cien pero que "merecía la pena por la seguridad", y también, aunque no lo decía, por la sensación de ir un metro por encima del resto de los mortales.
Quién nos iba a decir que después de odiarlos intensamente los íbamos a echar de menos como los estamos echando ahora. Acabo de leer que el mercado del lujo se ha desplomado en España, algo que pensábamos que no ocurriría nunca. Para algunos será una buena noticia pero para mí es malísima. Sé que está de moda criticar el consumo de productos de lujo y alguna fuerte discusión he tenido al respecto con mis allegados. De las marcas de lujo viven muchos miles de trabajadores en España: agricultores, artesanos, restauradores, comerciantes, y, por qué no, periodistas y publicitarios.
Voy a poner el peor ejemplo que se me ocurre, el del arribista que por métodos no muy ortodoxos ha conseguido una cuenta corriente más que saneada. ¿Es mejor que se lleve el dinero a un paraíso fiscal o que se dedique a derrocharlo en restaurantes, joyas, descapotables, bolsos, barcos y picaderos devolviendo ese flujo monetario al sistema económico? Yo lo tengo muy claro. Y si encima no es así, y es un rico honesto, pues mejor aún.
La industria del lujo tiene miles de años. Las joyas han acompañado al hombre desde tiempos inmemoriales y su valor añadido intangible ha sido y sigue siendo apreciado. Y lo dice alguien que nunca ha llevado un gramo de oro encima ni piensa llevarlo.
El mercado del lujo, en general, es el más potente redistribuidor de la riqueza que se ha inventado, mucho más que la gran distribución que termina por asfixiar a los productores. Es verdad que los nuevos ricos que consumen en el mercado del lujo también están alimentando a los supermegarricos que ellos nunca llegarán a ser. Pero ése es el juego. Lo malo es que ahora tenemos menos, así que habrá que ir a buscarlos fuera.
 David Torrejón
Director editorial