Opinión

Antisocial media

El otro día estaba leyendo el Wired (después de haberme finiquitado el Gigantes, no se vayan a creer ustedes que todo el monte es orégano) y un titular (tramposo, cómo no) llamó mi atención: This stripped-down blogging toolexemplifies antisocial media. ¡Antisocial media! Justo lo que estaba necesitando. Antes de comenzar a leerlo ya había visualizado las infinitas posibilidades de una red social solo para personas negativas, amargas y que disfrutan poco de los placeres de la vida. Los anti, vaya. Qué maravilla. Por fin los anti Mr. Wonderful vamos a tener el lugar en la red que nos merecemos. Un sitio en el que esté fenomenal que todo nos parezca mal y podamos quejarnos a gusto sin necesidad de ir sorteando los posts amables que inundan nuestro timeline, sobre todo en estos días tan señalados. "¡Feliz 2018! ¡Que sea un año lleno de bendiciones, paz y amor. Sobre todo, amor!" Será para ti, guapa. Yo soy anti-felicitaciones falsas, anti-nochevieja, anti-uvas, anti-propósitos y anti-año nuevo, así, en general.

Me las prometía muy infelices cuando continué con la lectura. Y la verdad es que el titular es un pelín clickbait. Les resumo para que no tengan que leerse el artículo: Rob Beschizza, el editor de Boing Boing, ha creado una herramienta de blogging que se llama txt.fyi. Hasta aquí todo normal. Escribes algo, le das al botón de publish y ya tienes tu maravilloso texto online. La gran diferencia es que no puedes compartirlo en redes sociales. No hay un botón de like, ni de compartir, ni se permiten comentarios. Y cada post tiene una tag que impide a los buscadores indexarlo, así que ni siquiera sale en Google. O sea, que lo puedes compartir, pero solo enviando el link (o posteándolo en una red social). Dice Ron que "quería algo donde las personas pudieran publicar sus pensamientos sin jueguitos de manipulación social, superioridad o intercambio de favores".

 Todo bien, pero tampoco es para tanto.

Pero cómo se nota que el columnista del Wired es perro viejo en esto de meter anzuelos. Cuando ya iba a dejar de leer, introduce un concepto bastante grato. Especialmente para los que somos viejunos en esto y hemos sufrido de manera espectacularmente dolorosa la era del ‘hazme un viral'. Siempre entendido como "campaña para la que no tengo pasta para la producción pero que, como es pal intenné, no pasa nada. Y, oye, que tampoco tengo un duro para moverla, pero tiene que verla todo el mundo". El concepto es "antiviral design": herramientas para publicar cosas online pero sin las ayudas habituales para conseguir que algo se convierta en un éxito viral. Porque la búsqueda de la viralidad deforma el cómo pensamos, cómo diseñamos. En nuestro caso, el cómo construimos nuestras ideas, cómo desarrollamos nuestras campañas.

"La mayoría de las plataformas son casinos de la cuantificación, diseñados para decirnos constantemente que está triunfando y qué no. Observamos nuestros ‘posts' en Twitter o en Instagram mientras rezamos por que aparezcan ‘likes', corazones o un emoji supersonriente.'. Qué quieren que les diga, me he sentido tristemente reflejado en este párrafo. Pensamos para tener nosecuántos RTs, conseguir unos KPIs estratosféricos, ser trending topic en Twitter y, lo que es peor, serlo también en las tablas de premios que publican los medios a final de año. Que mola mucho, of course. Pero que, al final, habíamos venido aquí a vender chopped, ¿no?

Aunque quede superaparente como titular de esta columna, no sé si la antisocialidad es necesaria. Pero un pelín de antiviralidad seguro que les viene bien a las marcas. No sé, llámenme nostálgico, pero prefiero que a alguien le guste mi idea a que la comparta.

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